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Dos minutos, cuarenta segundos y una novela

'Vive y deja morir' es la segunda novela de Ian Fleming que tiene como protagonista a James Bond. Del mismo modo que ocurrió con 'Casino Royal' la acogida de este trabajo del autor británico fue más que aceptable y la primera edición se vendió de inmediato.

La novela es muy, muy, divertida. Se enrosca alrededor de la Guerra Fría y de los problemas interraciales en Estados Unidos, además utiliza el vehículo siempre atractivo del vudú en Jamaica, y no faltan amores, desamores, crímenes, brutalidad, inteligencia y todas y cada una de las características del mítico personaje de Fleming (misoginia, alcoholismo descontrolado y normalizado, frialdad ante el asesinato...).

Las acción se desarrolla en el Reino Unido, Estados Unidos y Jamaica (el texto se escribió en la casa que Fleming tenía en la isla y no deja de ser un homenaje a una tierra que el autor conocía perfectamente y amaba sin reservas) aunque buena parte de la trama se desarrolla dentro de un tren como ocurriría más tarde en 'Desde Rusia con amor'.

La narrativa de Fleming es amena, tanto como superficial. Pero esta es una novela de género en la que se perdona la falta de una mayor expresividad, figuras poéticas potentes o cierta investigación con el lenguaje. Bond es el que es y Fleming escribe lo que escribe. Todas las novelas de este autor son 'de trama' y prima la acción, un desarrollo con ritmo y un cierre coherente, sobre lo que llamamos gran literatura. Teniendo esto en cuenta, nos encontramos un relato bien construido, un desarrollo argumental claro y un cierre adecuado y bien dibujado. Exactamente, lo que se pide a este tipo de literatura. Bond aparece en todo su esplendor y eso ya es mucho decir. Los personajes secundarios se construyen siempre pensando en el servicio que dan al principal (tal vez el caso de Felix Leiter sea especial al ser un claro vehículo que utiliza Fleming para enfrentar el asunto de la amistad por lo que permite un crecimiento mayor del personaje); las descripciones son puro trámite y los diálogos informan y poco más (son más conversaciones que otra cosa).

'Vive y deja morir' se adaptó a la gran pantalla de forma bastante libre y fue la presentación de Roger Moore en el papel protagonista. Algunos episodios, como por ejemplo el incidente de Leiter con los tiburones, se utilizaron en otras películas ('Licencia para matar' y 'Sólo para sus ojos').

Calificación: Buena.

Tipo de lectura: Divertida, amena.

Tipo de lector: Fans de 007 y del género.

¿Dónde puede leerse?: En el tren, camino de la playa.

G. Ramírez

Esta es una selección de tebeos que no pretende mostrar ni lo mejor, ni lo más novedoso. Aunque algunos de ellos son verdaderas joyas, lo que sí tienen en común todos ellos es una posibilidad oculta entre sus páginas para que el lector la aproveche: quedar prendado para siempre de este género. El tebeo siempre fue una mina de lectores, una forma única de generar el hábito de lectura entre los jóvenes; de acompañar los momentos de reflexión y diversión teniendo un libro entre las manos.

El dibujo es una forma de expresión tan antigua como el propio hombre. El relato también aunque, este, no se verbalizase desde el primer momento. La suma de ambos es una de las formas de construir arte más atractiva, divertida y simpática.

¿Quiere usted adentrarse en un mundo extraordinario? ¿Quiere que sus hijos comiencen a leer y a disfrutar? Quítese los prejuicios de encima. Y pase, por favor.

La puerta de entrada

(‘Café Budapest’, Alfonso Zapico). Publicado por Astiberri en 2008. Se trata de un buen tebeo aunque el autor –en ese momento- no contaba con la madurez exquisita que exhibe actualmente. Eso se deja notar sobre todo en una forma de narrar que es demasiado evidente, unas veces, y demasiado cercana al mensaje propio de un idealista que repite formas algo arquetípicas, otras. En algún momento la lectura se desliza hasta zonas algo blandas que rechinan y hacen que el lector se pregunte cómo es posible que esos altibajos sean posibles. Se compensan las dudas y el excesivo uso de lo explícito con un buen trazo cercano a un realismo que se disfraza de caricatura o casi. Es decir, es un tebeo que puede servir como banderín de enganche.

Narra un momento de la vida del joven judío Yechezkel Damjanich. Sitúa el comienzo de la trama en Budapest durante el año 1947. El muchacho, junto a su madre (superviviente de un campo de exterminio nazi), viajan a Jerusalén invitados por su tío. En la ciudad conviven todo tipo de personas, todo tipo de religiones, bajo la custodia inglesa. Y llega el momento en que la ONU decide repartir el territorio palestino. Es el final de cualquier tipo de convivencia posible. El desastre, que ya se veía llegar, se instala en ese territorio y la violencia aparece para acabar con todo.

Zapico reviste la idea central con historias de amor, con momentos pasados de algunos personajes, con la desintegración del presente, intentando explicar lo que sucedió allí, en Jerusalén, una vez que los británicos se retiraron dejando a su suerte a miles de personas.

‘Café Budapest’ es un buen cómic. Seguramente, hoy, este autor, elegiría otra forma de hacer las cosas. Eso es algo que siempre ocurre. Pero, sin embargo, conviene echar un vistazo al trabajo porque contiene detalles estupendos (casi todos desde el dibujo, puesto que el texto peca de ser inocente en exceso). Su lectura es muy amena, muy sencilla y, por tanto, la comprensión es muy accesible.

La ironía

(‘Pyongyang’, Guy Delisle). Excelente novela gráfica firmada por Guy Delisle que narra su paso por Corea del Norte. El trazo es maravilloso y los textos rebosan ironía, una crítica brutal al régimen que instauró Kim Il-Sung (presidente de la nación aún después de muerto).

Miedos, un control feroz de la población (física y mental); situaciones absurdas diseñadas para honrar el nombre de un dictador (del padre y del hijo) egocéntrico, paranoico y delirante; falta de un mínimo sentido del humor del que un ser humano no puede prescindir o cosmética para una vida terrible.

Muy recomendable para los jóvenes. Sabrán qué es vivir bajo un régimen dictatorial, sin una sola esperanza. Y comprobarán que hay muchas formas de arrimarse a la literatura sin pasar calamidades intelectuales, ni ratos aburridos. Pero es muy recomendable para los adultos, también. No está mal saber qué es lo que se cuece a la vuelta de la esquina. Uno no sabe si partirse de risa desde la primera viñeta o echarse a llorar desconsoladamente. Cada lector tendrá que elegir.

La vida

(‘Arrugas, Paco Roca’). El autor consigue una excelente obra que habla de la vejez, de los problemas médicos que lleva añadidos y de cómo una vida se va deshaciendo para convertirse en una existencia plena. Lo hace ilustrando sus textos de forma inteligente y muy sugerente para el lector. Lo hace mirando y dibujando su propio mundo porque, según dijo él mismo, el reflejo en el espejo (cuando se mira) comienza a parecerse al de su padre y eso significa que se está haciendo mayor.

En este cómic se mezclan las diferentes historias de diferentes personajes y, al mismo tiempo, cada trama se dibuja junto al pasado que mueve a los protagonistas. Una historia deliciosa, tierna, sin efectos lacrimógenos, bien contada y universal. Sirve a los mayores y sirve a los que van camino de serlo.

El mundo

(‘No te olvides de recordar’, Peter Kuper). Querer entender el mundo desde lo enorme es una opción. Querer entenderlo desde lo particular, desde la miniatura, es otra. ¿Qué es mejor? La respuesta tiene que ver con el talento del que muestra. Y en el caso de este cómic se acerca a la alternativa de lo personal, de lo íntimo, de lo bueno convertido en grandioso.

Kuper es un dibujante magnífico y un narrador con oficio y duende. Desde sus propias experiencias nos cuenta una época de la historia norteamericana y fija las bases de lo que puede llegar a ser, del camino que seguimos transitando muchos.

l dibujo es la palanca que mueve el mundo de Kuper en ‘No te olvides de recordar’ (título que nos hace pensar en una famosísima frase del guion de la película ‘Memento’). Aunque es la trama de esta novela gráfica lo que aporta el combustible suficiente para que la maquinaria funcione al 100 por cien.

Se mezclan recuerdos, ideas abandonadas, el mundo editorial, la relación de pareja, la paternidad, desafecciones ideológicas, obsesiones y amistad. Se mezclan para que el resultado sea atractivo, divertido y, ciertamente, profundo.

Utiliza el blanco y negro para representar el tiempo actual y un tono rojizo cuando quiere recordar o imaginar (en esta obra); lo que ayuda al lector a seguir un ritmo narrativo que impone el autor, no difícil, aunque sí exigente. El trazo, aunque lo modifica en ocasiones dependiendo de lo que cuenta, es cuidado y detallista. Todo se encuadra en un diseño de página que recuerda al resto de su obra.

Lo social

(‘Los combates cotidianos’, Manu Larcenet). Con un carácter claramente social, Larcenet rebusca en los temas que más le interesan a lo largo de una trama que mantiene un ritmo narrativo excepcional. La vejez, el compromiso personal con otros y con uno mismo, la paternidad, el papel de un hijo, el pasado, el perdón, el trabajo o las diferencias sociales, son algunos de los asuntos que enfrenta el autor. Pero el tema central es la construcción del mundo desde lo que puede parecer insignificante por pequeño, o lo que es igual, la construcción de un pilar ideológico desde lo cotidiano.

El dibujo está al servicio de la trama y se ajusta como si fuera un guante a las intenciones narrativas del autor. Al mismo tiempo, lo escrito deja el hueco justo a lo gráfico para que el conjunto aparezca como un solo objeto en el que todo está porque es imprescindible.

Marco, el personaje principal, recorre un tramo de su vida con la angustia en la punta de los dedos. Le acompañan un puñado de personajes secundarios que abrirán nuevos caminos de comprensión de un mundo muy pegado a la realidad, muy reflexivo y marcado por un desarrollo ideológico potente y muy necesario en los tiempos que corren. Tal vez, para los más jóvenes, sea una entrada dorada al mundo de las relaciones sociales, al mundo de las relaciones con el trabajo, al mundo entero.

El homenaje

(‘Hicksville’, Dylan Horrocks). Imprescindible. El tebeo de Dylan Horrocks es una joya del género. Divertido, profundo y ácido, se presenta como un homenaje al cómic, a sus autores y a la forma de vida que representa (para bien o para mal) eso de contar historias utilizando buena parte de nuestros recursos (dibujo y palabra).

En un blanco y negro demoledor (esto es posible que haga dudar al posible lector) cuenta la historia de un crítico de tebeos, de un escritor de cómics pequeños y muy personales, de un famoso autor, de un faro extraño que contiene un secreto, de amores, de lo cotidiano. Las piezas que van apareciendo, poco a poco, encajan sin forzar la maquinaria narrativa, con precisión. Los gráficos se van acomodando a lo que se cuenta en cada momento convirtiendo el libro en un conjunto magnífico de registros.

No es extraño que este tebeo sea uno de los más vendidos en el mundo o que esté traducido a diferentes idiomas. No es extraño que se convirtiera en un tebeo de culto con rapidez. No es extraño que los aficionados al tebeo lo recomienden siempre que pueden. Como yo hago desde aquí.

La obra maestra

(‘Maus’, Art Spiegelman). Parece que la muerte impide que podamos expresar algunas cosas. Es como si faltáramos el respeto de forma grotesca al muerto cuando, en realidad, lo que hacemos es seguir pensando lo mismo que antes de la falta. Sabíamos qué cosas no nos gustaban. Y seguimos teniéndolas muy claras. Y muy ocultas. Es parte de lo absurdo que tiene la muerte. Nos hace enanos, miedosos.

Un escritor debe de tener muy claro que, a través del relato, pone en juego gran parte de lo que es, de sí mismo. Es verdad que la ficción maquilla mucho todo lo que de autobiográfico pueda tener una novela, pero el autor conoce perfectamente donde ha dejado la parte que arriesga. Al escribir, aparecen las experiencias que dejaron buen poso y las que fueron o están siendo horribles. Todas. Y para eso hay que estar preparado. Con el lector, al contaminarse de lo que dice la obra, pasa lo mismo.

Sin riesgo no puede haber literatura. La falta de libertad al escribir es la ruina de cualquiera que quiera hacerlo.

Un excelente ejemplo de todo esto se encuentra en la novela gráfica ‘Maus’ de Art Spiegelman.

Con el holocausto judío de fondo (no deja de ser un vehículo narrativo y mucho menos importante de lo que puede parecer), Spiegelman habla de la relación de un padre con su hijo, de cómo puede odiar ese hijo a la vez que adora a su padre, de cómo el peso de una narración puede hacer que te difumines llegando a tener problemas mentales graves, de la intención de un autor y de cómo recibe el mensaje el lector, de los fantasmas familiares, del suicidio, de la muerte, de los tópicos que existen aunque lo sean y, sobre todo, de cómo puede escribir un hombre sabiendo que aquello sucedió y de las consecuencias que tendrá en su entorno.

El cheque en blanco

(‘Persépolis’, Marjane Satrapi). El cómic es una fuente inagotable de la que pueden beber lectores potenciales de novela, poesía o ensayo. Un buen tebeo exige un esfuerzo menor por parte de los muchachos que se acercan a los libros y, lamentablemente, ese es un aspecto muy importante entre los jóvenes. Aunque, a decir verdad, esa exigencia menor no es tal puesto que muchos cómics encierran grandes mensajes, grandes ideas y capacidades expresivas de primer nivel.

Uno de esos tebeos, de los que pueden servir para abrir la puerta de la literatura a más de uno, de los que se leen con facilidad, de los que encierran mensajes certeros y profundos y de los que pueden enganchar al mundo del libro a los jóvenes, es ‘Persépolis’. Lo firma Marjane Satrapi, iraní de nacimiento, progresista y excelente artista.

La protagonista de la narración es ella misma. Desde que, siendo niña, asiste a la llamada Revolución Islámica hasta que viaja a Francia para instalarse allí definitivamente. Irán, Austria, Irán y Francia. Niñez, juventud, un primer matrimonio, el fracaso. Padre, madre, abuela, amigos, novios. Todo aparece y desaparece dejando una huella inmensa, tanto en la protagonista como en el lector. La igualdad de la mujer, el problema racista, el fanatismo ideológico y religioso, la guerra, la política internacional. Todo visto desde un punto de vista irónico y coherente. Sobre todo, visto desde la esperanza y envuelto en un mensaje consolador.

El trazo de Satrapi es sencillo, casi descuidado. Aunque efectivo y demoledor cuando toca. En un blanco y negro que artísticamente cumple con el objetivo y define claramente un mundo que nos presenta la autora de forma descarnada, trágica y honesta. Hace, además, un uso del papel muy inteligente cuando aumenta las imágenes que marcan la narración de forma definitiva.

Por supuesto, es un libro muy recomendable para jóvenes. No puede fallar. La historia, casi en su totalidad, les parecerá cercana y no perderán interés en ella.

Ya sé que faltan muchos tebeos de los que se pueden decir maravillas. Prometo más entregas. Sin falta. De momento vayan leyendo.

G. Ramírez

 


‘Orlando’ no es una novela difícil en exceso; sí tiene un punto onírico. Orlando es dual y excepcional; Orlando crece en una trama rápida, ágil. Cualquier persona que tenga interés en el mundo interior de otros, tiene en ‘Orlando’ una joya. ‘Orlando’ es una obra maestra firmada por una mujer genial, Virginia Wolf.

Virginia Wolf es una de las mujeres más importantes de la historia de la literatura. En el momento en que los artistas descubrieron el subconsciente e intentaron apresarlo, el mundo cambió. Virginia fue una de ellos y esa investigación, que dio a luz obras asombrosas por la descripción de los sentimientos, le costó a la escritora la angustia, la locura y la muerte.

Orlando es una fábula histórica en la que por vez primera, la literatura -descartados los mitos griegos- nos enfrenta a una persona que no es hombre ni mujer porque es ambas cosas.

A lo largo de una vida que se prolonga más allá de los límites de lo razonable, Orlando analiza su interior cambiante en una parábola conmovedora.

Esa vida eterna se desarrolla paralela a un litigio que dura siglos. Es una crítica a la sociedad de su época. En ese tiempo interminable, Orlando habla sobre el transcurrir de las eras y reflexiona sobre la historia, pero por encima de todo es un canto a la emancipación de la mujer y a la libertad individual. Una investigación sobre el género y la identidad sexual.

La narración recorre lujosos marcos históricos: la embajada del Zar de Rusia recibida en Londres sobre el Támesis helado, la corte literaria de la Reina Virgen o Constantinopla sometida el sultanato.

Dicen que Virginia encubrió bajo el nombre de Orlando una biografía novelada de su amiga Vita Sackville-West. Se publicó en 1928. El Grupo de Bloomsbury del que la autora formó parte ha pasado a los anales de la literatura por la renovación que impulsó.

A los lectores en castellano, Borges nos hizo la dádiva de una traducción única que conviene buscar.

Orlando es una novela honda y hermosa.

Augusto F. Prieto

¿Puede ser escritor cualquier persona? Hoy, con las nuevas tecnologías agarradas como lapas a todo lo que hacemos, podría parecer que la respuesta a la pregunta es sí. De hecho, todo el que quiere escribe y lo publica. Ahora bien, escribir es una cosa y ser escritor es otra bien distinta. Publicar y tener cierta presencia es una cosa y sumarse a la extraordinaria acumulación de títulos que pasan desapercibidos es otra.

Un escritor es el que busca sin parar. Pero no tratando de encontrar una historieta, más o menos, atractiva. Lo que busca el escritor es esa zona de la realidad que, convertida en ficción, puede explicar la realidad misma. El escritor sabe que en algún lugar se encuentra eso que tanto ha buscado desde niño; y sabe que tiene la obligación de continuar con el rastreo sin perder la condición con la que comenzó. Dejar atrás la mirada infantil marca el declive de cualquiera que se dedique a eso de escribir. Mirar a un lado, al otro, de frente, hacia atrás. Sin prisa, con el deseo auténtico de descubrir, sin buscar halagos gratuitos e innecesarios. Escribir, ser escritor, es algo muy serio. El grado de compromiso que se adquiere con el mundo es casi sagrado. El que sólo quiere escribir para aparentar ser no sé qué o vender libros no lo consigue. Hay que estar dispuesto a enfrentar una realidad dura e hiriente, la gran mayoría de las veces, para explicarla.

Hay algo que muchos no terminan de entender mientras piden a gritos tener la posibilidad de llamarse escritor: el ser humano podría renunciar a todo (a la luz eléctrica, a sus propios padres, a internet, al amor, a Dios...), pero nunca al relato, a la explicación de sí mismo; un relato para contar a otros y explicar, para pensarlo y explicarse; enmarcado en el campo de tensión establecido entre la razón y lo imaginado. El sentido de la vida, eso que hemos intentado encontrar desde que vivíamos en las cavernas, es el motor de la persona. Los escritores lo sabemos muy bien y somos conscientes de la importancia que esto tiene. El triunfo o la publicación de la obra se convierte en cosmética; muy agradable aunque puro maquillaje. Y esto nos hace arrimarnos a lo simbólico, a intentar descubrir ese territorio de la realidad tan evidente como difícil de aprehender. A lo mitológico porque, como decía Eliade todo se entiende desde ‘el entramado de la esencia del hombre’.

Gabriela Mistral escribió lo siguiente: ‘Ya otras veces ha sido (para algún místico) el cuerpo la sombra y el alma la verdad verídica’. Y es cierto. Pero la frase hay que entenderla, no desde la negación de lo material, sino al contrario. Porque lo simbólico es lo real. Los escritores lo sabemos. No se puede tener un acceso directo a la simbología del universo sin tener un arraigo poderoso a la realidad. Hay que pensar el mundo sintiendo el mundo. Sentir bien es poder pensar bien. Conservando (sólo así se puede conseguir) esa idea que Jung explicaba tan bien al afirmar que toda la historia de la humanidad la acarreamos teniéndola dentro; idea que nos lleva (siempre acabamos en el mismo lugar) a lo arquetípico, a la mitología que nos permite sobrevivir. Y a los escritores hacer literatura. El que elige tocar, lo material, en lugar de sentir, niega la posibilidad de tener ese ‘alma verídica’ de la que habla la señora Mistral. La dualidad del mundo no permite opciones entre sentir o tocar. Las cosas no son sí o no. Todo es sí y no. Algo que el hombre interiorizó desde que lo es; algo que nos hace buscar sin descanso como los niños. Es lo que hace a una persona escritor. Posiblemente, sobre lo que reposa lo que llamamos talento y que se confunde con algunas pautas técnicas que se pueden aprender en cualquier taller literario con un mínimo nivel.

Lo que no se aprende es la mirada exclusiva que hace estallar la realidad en un millón de pedazos para que se pueda ordenar del modo justo. Vender libros no tiene nada que ver con pensar y sentir una realidad tan absurda como inverosímil que parece imposible encajar en la consciencia del ser humano.

Hace muchos años leí unas páginas de Ortega (este era de los que pensaba y sentía de maravilla) que resumían muy bien lo que significa el relato y, por tanto, la labor y la importancia de la escritura (no la de cualquier cosa escrita, claro). Contaba cómo podría haber sido una primera escena de amor en las cavernas de nuestros abuelos. Venía a decir que los hombres primitivos cazaban, no paraban de buscar comida, llegaban a la caverna para alimentarse, cubrían a la hembra y volvían a salir junto con el resto de machos para poder seguir sobreviviendo (ahora que es tan frecuente la separación, me hace gracia pensar que lo único que está pasando es que volvemos a nuestros orígenes. Los matrimonios de nuestros abuelos cavernícolas duraban diez minutos. Más o menos lo mismo que muchos de los de hoy en día. No sé a qué viene tanto escándalo). Una noche uno de esos hombres, después de devorar la pata de alguna fiera, cubrió a la hembra y antes de irse la miró. Ella, seguramente, esperaba esa mirada. En vez de marchar, se quedó. ¿Cómo explicaría ese hombre lo que le estaba pasando? Cuando llegó la mañana siguiente al lugar de reunión de los cazadores ¿qué dijo? Pues seguramente nada. Ni pudo, ni quiso. Tal vez danzó alrededor de una hoguera para explicarse y explicarlo. Y esto mismo es lo que nos sucede hoy a todos. Y es lo que me sucedió a mí siendo joven y estando enamorado de la muchacha morena de ojos negros. Es tan grande el sentimiento que no entra en el cuenco de la palabra. Nos vemos obligados a usar tópicos (‘te quiero tanto que daría la vida por ti’, frases tan gastadas por el uso que ya no significan nada), a recurrir a la poesía de otros (de los que tomaron distancia con respecto al problema) o a quedar callados disfrutando de una sensación que es, simplemente, inexplicable. Y es aquí donde toma importancia la escritura, la literatura.

Decir más me temo que es innecesario. Ahora cada uno debe saber qué está haciendo o a qué está jugando.

G. Ramírez

José Muñoz y Carlos Sampayo firman un fantástico tebeo que nos cuenta la vida de Billie Holiday. En un blanco y negro espectacular plagado de contrastes y de marcado carácter expresionista, se repasa una vida difícil, llena de baches, que la cantante más adorada y mítica de todos los tiempos supo disfrutar como nadie hubiera podido hacerlo.

Se centran los autores en el territorio más sórdido del universo de Holiday. Cada página recoge un capítulo más oscuro que el anterior. Sin embargo, el reconocimiento que muchos han dispensado a la cantante, la pasión que los aficionados al jazz no han dejado de mostrar jamás por la voz de Lady Day, se siente en cada viñeta, en cada trazo. En la nueva edición de Salamandra Graphic, tras el buen prólogo de Francis Marmande que se acompaña con un reportaje fotográfico, encontramos el cuerpo central del tebeo y, al final, disfrutamos de una última parte titulada ‘Jazz Sessions’ donde se recogen dibujos en gran formato que bien podrían formar parte de la historia central. Son de una belleza impresionante. Uno no puede imaginar este cómic en color.

Todo ocurre alrededor de las drogas, de los escándalos, de las diferencias raciales, de los maltratos. Todo se convierte en un remolino en el que la mujer negra que mejor pudo vivir está condenada a ir de desastre en desastre vital. En muchas de las viñetas podemos leer parte de las canciones de Holiday, casi podemos escuchar esos susurros atormentados; en muchas viñetas tenemos la sensación de escuchar el saxo de Lester Young, el músico que mejor acompañó a la cantante. No solo sentimos los golpes y los gritos. El cómic de Muñoz y Sampayo es puro jazz.

El diseño de página, junto con un texto poco explicativo y breve, permite que todo suene en la cabeza de los aficionados.

Es un tebeo imprescindible para cualquiera que ame el jazz.

G. Ramírez

 


Con ‘El fin de la muerte’ concluye la ‘Trilogía de los tres cuerpos’, una monumental obra de ciencia ficción hard que fascina, entretiene, hace pensar y logra plantear preguntas fundamentales sobre el universo en su conjunto.

Si metiéramos en una centrifugadora todas las novelas de ciencia ficción hard que se han escrito durante la historia con el fin de aprovechar lo mejor de cada una de ellas; si a ese resultado le sumáramos lo que es capaz de imaginar Cixin Liu, autor chino de moda; tendríamos como resultado una monumental muestra de lo que debe ser una novela de este corte. Imaginación, ritmo narrativo adecuado, giros inesperados, buen manejo del lenguaje. Todo eso en el ‘haber’. En el ‘debe’, el eterno problema de este autor: el dibujo de los personajes excesivamente tibio, excesivamente difuso. Y en la novela de hoy en día, incluida la ciencia ficción, el personaje es fundamental.

‘El fin de la muerte’ (死神永生) es el tercer volumen de la ‘Trilogía de los tres cuerpos’, una obra que firma Cixin Liu y que se está vendiendo, en todo el mundo, como si fueran pipas. No es de extrañar porque la historia que cuenta es fascinante, está bien armada, se abordan cuestiones técnicas que no siempre son accesibles para el gran público y nos hace soñar con un futuro incierto. Es verdad que algunos de esos asuntos resultan excesivos y es necesario prestar una atención extra por parte del lector. Cixin Liu se lía la manta a la cabeza y trata todo sin excepción. Motores de curvatura, ascensores orbitales, los límites del universo, agujeros negros de bolsillo, ciudades espaciales, pliegues en el espacio-tiempo...

Aunque repite el intenso Luo Ji; aunque la historia de Yun Tianming y Cheng Xin, son principales; lo importante de esta novela es el universo considerado como un todo, como un lugar oscuro y peligroso aunque víctima de sí mismo. La posible historia del universo y su futuro son, sencillamente, maravillosos en manos de este autor.

El lector, no obstante, empatiza mucho mejor con Cheng Xin, una mujer que maneja la situación teniendo como referencia el amor. Nada puede ir mal si es el amor el que ordena la realidad. Esto lo explica el autor en las últimas páginas y no era necesario porque ya está implícito en el texto desde la primera página. Esa tendencia a explicar todo es uno de los ‘peros’ de la novela. Explicar cómo un universo se convierte en bidimensional, desde luego, requiere de explicaciones, pero no todo es lo mismo.

Cixin Liu divide el relato en cinco partes. Y nos lleva lejos, muy lejos. En el espacio y en el tiempo. El viaje es intenso, divertido, maravilloso. Las preguntas que aparecen a lo largo de la lecturas son muchas y todas ellas difíciles de contestar. Una de las virtudes del relato es que no regala respuestas. Hace preguntas. No da respuestas. Por ejemplo: ¿Es ético pensar en la salvación de una minoría de la humanidad (solo una minoría), es legítimo, es humano? Con esa ya habría suficiente. Son muchas más, claro.

Esta es una novela exigente aunque merece la pena hacer un esfuerzo. De principio a fin (un final enternecedor y triste hasta el dolor) el lector puede disfrutar del texto. Y conviene hacerlo.

Calificación: Excelente.

Tipo de lectura: Exigente aunque divertida y llevadera.

Tipo de lector: Interesado en la ciencia ficción hard. Y cualquiera dispuesto a pensar en lo que pintamos en este universo tan oscuro y tan grandioso.

Argumento: Siempre salimos adelante.

¿Dónde puede leerse?: En algún lugar en el que, una vez anochecido, pueda ver las estrellas.

G. Ramírez



Ariol es un personaje de tebeo. Es entrañable, divertido, enamoradizo y enternecedor. Es el protagonista de una serie escrita por Emmanuel Guibert e ilustrada por Marc Boutavant.

Preceden a ‘Ariol. Una preciosa vaquilla’, ‘Ariol, un burrito como tú y como yo’, ‘Ariol. El Caballero Caballo’ y ‘Ariol. Amigos del alma’. Los cuatro volúmenes son tan amenos como necesarios en las estanterías de los niños de 6 años en adelante. Poner límites por arriba sería un error. No sabemos si disfrutan más los niños leyendo este tebeo o si lo hacen los padres.

Ariol, como cualquier otro jovencito, está enamorado de la chica más guapa de la clase. Pero cuando ella está delante todo es una tragedia para él. Solo con su inseparable amigo, el cerdito Ramono, Ariol es capaz de hacer y decir lo que piensa que es mejor. Y con su madre. Una de las zonas expositivas mejor contada y más impactante de este cómic, la protagonizan Ariol y su madre. La mezcla de inocencia y de esa forma de mirar el mundo que solo una madre puede tener, resulta maravillosa. ‘Discorrelinchos’ es la mini historieta en la que comprobamos que el cómic puede desarrollar una potencia extraordinaria.

‘Ariol. Una preciosa vaquilla’ es la cuarta entrega de la serie en España. Harperkids continúa apostando por un tebeo que trata de explicar el mundo de los niños a los niños y al niño que llevan dentro los padres.

El trazo de Boutavant es detallista y especialmente delicado. Cada viñeta esconde algún detalle que hace de la lectura toda una aventura. Un personaje solitario, una mirada furtiva...

El texto de Emmanuel Guibert es sencillo aunque preciso. No utiliza recursos que alejen al lector más joven y no cae en el simplismo que acabe con el interés del adulto (leer a los niños ha de ser una cosa divertida y no un tostón).

Estamos de enhorabuena. Han regresado Ariol y sus amigos.

Calificación: Muy bueno.

Tipo de lectura: No hay otra más divertida. Parecida sí, pero mejor sería extraño.

Tipo de lector: Niños y niñas de 6 años en adelante. Y los padres y madres, claro.

Argumento: El mundo es divertido y está lleno de cosas estupendas.

Personajes: Una verdadera maravilla.

¿Dónde puede leerse?: En casa. O en el cole compartiendo el libro con los amigos.

Si la primera parte de la Trilogía de los tres cuerpos gustó y sorprendió a miles de lectores, esta segunda entrega fue el espaldarazo definitivo que Liu Cixin necesitaba para dejar claro que es uno de los autores más interesantes de la ciencia ficción actual.

Esta novela tiene una estructura más que acertada, una profundidad en las ideas expuestas interesantísima, un diseño y evolución de los personajes estupendos que llega a fascinar en un par de casos concretos, y se remata con convicción y solvencia.

‘El bosque oscuro’ arranca desde la idea de la Paradoja de Fermi. Esta es una teoría física que propone una contradicción enorme que se produce cuando se manejan las altísimas posibilidades que hay de que existan civilizaciones extraterrestres y las nulas evidencias de que eso sea así. Fermi afirmó que cualquier civilización sería capaz de desarrollar una capacidad de destrucción que llegase a la posibilidad cierta de acabar consigo misma. Pues Liu Cixin estira hasta el límite esa idea y construye su relato sobre ella.

El libro de Liu Cixin es una novela de tesis aunque el autor es astuto y no se despega de la condición de novela que necesita para que el texto pueda casar con el anterior y servir como previo a la siguiente parte. Narra la casi segura invasión de la Tierra por parte de los habitantes del planeta Trisolaris y la creación de un plan llamado ‘Proyecto Vallado’ que dota de grandes privilegios y una cantidad de recursos desmesurados a cuatro elegidos.

El libro nos arrastra hasta un buen número de batallas y situaciones en las que el ejército es fundamental aunque, sobre todo, es la estupidez humana la gran protagonista. Las preguntas se acumulan a lo largo de la novela: ¿Qué haría el ser humano ante una invasión? ¿Qué precio estaría dispuesta a pagar la humanidad por salvar los muebles? ¿Hasta qué punto un ser humano lo es? ¿Cuándo las personas dejan de serlo para convertirse en nuevas personas? Y todo presentado envuelto en un agradable lirismo oriental y un buen número de ideas que se desarrollan con calma y bastante precisión.

Si el ritmo de ‘El Bosque oscuro’ es mejor que el de la novela anterior, los personajes crecen y terminan brillando con fuerza. Tanto el personaje principal; Luo Ji, un hombre bastante normal con el que se puede empatizar muy pronto por representar ese antihéroe que llevamos todos en la punta de los dedos; como un comisario de policía, Shi Qiang, al que ya conocíamos de la primera entrega y que resultó ser extraordinario en todos los sentidos; se dibujan con tino, con trazos finos y estudiados. El resto de personajes son algo más fríos debido a que iluminan al principal. Y en algunos casos se les intenta cargar con una importancia algo excesiva como es el caso del comisario político que será fundamental en algunos pasajes de forma algo forzada.

La estructura de la novela facilita su lectura y su comprensión. Son tres partes. Las dos primeras se desarrollan en el presente y la tercera dos siglos después. Estas tres etapas podrían funcionar, sin ningún problema, como novelas del tipo fix-up. Otro acierto del autor.

Como resumen de lo que se encontrará un lector en este relato, señalo una frase que es de suma importancia: ‘El nacimiento de una nueva civilización incluye la formación de una nueva moral’.

Estupenda novela.

Nirek Sabal

Los tebeos para niños de 8 a 10 años son escasos. Pero, por fortuna, HarperKids ha decidido editar los que tienen como protagonista a Ariol. Una auténtica maravilla de personaje y de historietas.

Tercera entrega de la colección de tebeos protagonizadas por el burro Ariol. HarperKids ha apostado por los cómics de Emmanuel Guibert y Marc Boutavant. Ya se ha podido disfrutar de «Un burrito como tú y como yo» y de «El caballero caballo». Ahora es el momento de este tercer volumen que resulta tan atractivo como los dos anteriores.

Ariol es un burro. Su amigo Ramono es un cerdito. Nos van a mostrar cómo es la relación entre dos jovencitos en el universo de la amistad. No es fácil entender a los adultos, ni a las hermanas mayores, ni a las compañeras de clase. No son fáciles de entender las cosas del amor, ni las que siente uno mismo ni las que sienten otros.

El libro es muy fácil de leer y puede ser una excusa excelente para que puedan compartir tiempo de lectura mayores y pequeños. Además, en la franja que abarca de ocho a diez años no se encuentran demasiadas publicaciones de cierta calidad.

La serie protagonizada por Ariol aborda lo cotidiano como forma de expresión y con ello logra que la cercanía respecto al lector sea máxima. Los niños entenderán todo y lo entenderán bien. Y, por si fuera poco, los autores logran sumar una buena dosis de humor didáctico y cercano en cada viñeta aunque parezca insignificante a primera vista.

Ariol es un personaje entrañable y, en compañía de sus amigos nos abre una ventana al mundo.

Impagable la historieta en la que Mosquita sufre una erupción amorosa. Debería ser de lectura obligatoria para niños, jóvenes, adultos y ancianos. Más loca y divertida no puede ser.

Calificción: Muy bueno.

Tipo de lectura: Divertida.

Tipo de lector: De 8 años en adelante. Por arriba no hay límites.

Argumento: La vida es lo que es, o sea, extraordinaria.

Personajes: Deliciosos.

¿Dónde puede leerse?: En casa comiendo palomitas.

Silvia Fdez. San Benito

Liu Cixin escribió ‘El problema de los tres cuerpos’ el año 2006. En 2007 fue publicada en China. En 2015 ganó el Premio Hugo y en 2016 se publicó en España. Ciencia ficción de la buena, de la dura, de la que se hacía en los años 50 y 60.

‘El problema de los tres cuerpos’ es original, escapa de los territorios comunes, abre expectativas que se ven cubiertas a lo largo del texto. Con ‘El problema de los tres cuerpos’ comenzaba una serie que ha arrasado en las listas de ventas de todo el mundo.

Conviene decir algo con toda claridad: el despliegue que hace el autor demostrando conocimientos matemáticos y acerca de la física teórica y práctica, resultan apabullantes. Se hace duro seguir el hilo en algunas zonas expositivas. Pero el autor se apiada de los que somos torpes en el campo de la astrofísica y cosas así. Se apiada y termina sus planteamientos explicando con un lenguaje muy cercano lo que ha expuesto de forma profunda. No quiere que se note en exceso la concesión, pero está.

Otro aspecto importante del relato es que los perfiles de los personajes no se construyen con solidez. Apenas se trazan algunos rasgos fundamentales y poco más. Es algo que se arrastra de la novela de ciencia ficción de mediados del siglo XX, una narrativa en la que se imponía claramente la trama y el mensaje aunque los personajes sufrieran las consecuencias. Solo la astrofísica Ye Wenjie se va construyendo sin contención alguna y a su alrededor aparecen los territorios ligados a la poética de Liu Cixin, una lírica que tiene profundidad y belleza. Es una pena que el resto de perfiles no se puedan disfrutar en su totalidad puesto que algunos de ellos son interesantísimos. Especial atención hay que prestar al divertido y descarado policía ‘Da Shi’ Quiang.

Arranca el relato en plena Revolución Cultural China, concretamente en Pekín durante el año 1967. Un comienzo muy desconcertante que resulta útil para comprender las razones y las motivaciones por las que se pusieron en marcha algunos proyectos en China. Gran parte de la acción se desarrolla en 2007.

Un vídeo juego llamado ‘Los tres cuerpos’; un problema que plantea la física gravitacional respecto a lo aleatorio e imprevisible que resulta el comportamiento de un tercer cuerpo que se une a otros dos que ya gravitan de forma normal; suicidios, una sociedad científica llamada ‘Fronteras de la ciencia’; y la vida extraterrestre, forman el núcleo narrativo. Ser más explícito podría ser revelador en exceso y lo voy a evitar. En cualquier caso, el resumen podría ser que la Humanidad se tiene que preparar para lo que sucederá irremediablemente cuatro siglos y medio después. Eso y que el ser humano siempre termina apañándose para salir del paso.

Calificación: Muy buena.

Tipo de lectura: A veces difícil aunque, en general, estupenda.

Tipo de lector: Aficionados a la ciencia ficción.

Argumento: Siempre salimos adelante.

¿Dónde puede leerse?: Bajo las estrellas.

G. Ramírez

El segundo volumen de la colección protagonizada por Ariol es, por lo menos, tan entretenido como el primero. Ariol, su amigo el cerdito Ramono, la altanera Pétula o Mosquita en modo enamorada oculta, son algunos de los personajes de un tebeo estupendo que pueden leer los niños y niñas a partir de los 6 años. Hasta los 12 puede aguantar una lectura estimulante, irónica y muy cercana a la normalidad de lo cotidiano.

Emmanuel Guibert desarrolla unas historias llenas de sentido y que se sustentan sobre la normalidad escapando de moralinas innecesarias. Los dibujos de Marc Boutavant son detallistas y se construyen sobre una paleta de colores muy extensa, cálida y expresiva.

No es extraño que estos tebeos se vendan a espuertas en Francia. Los niños disfrutan, pero los padres también. En realidad, los detalles más profundos, los que dan un sentido sólido, son cosa de los adultos. Tanto los dibujos como los textos buscan ir un poco más allá de lo que puede desprender la literalidad.

‘Ariol. El Caballero Caballo’ acumula 13 historietas independientes. Salvo tres de ellas que narran un viaje del burrito Ariol y su gran amigo Ramono. El resto va de la pasión de una lectura a esas conversaciones llenas de fantasía que mantienen los niños. No falta un toque de romanticismo porque los burritos también se enamoran.

Si nos gustó el primer volumen, este nos ha gustado un poco más. Será difícil que estas historietas no vayan haciéndose un hueco entre los jóvenes lectores.

Calificación: Muy bueno.

Tipo de lectura: Muy, muy, divertida.

Tipo de lector: Niños de 6 a 12. Más o menos. Y adultos que quieran compartir lectura. Les encantará a todos.

¿Dónde puede leerse?: En el parque. En territorio de niños.

Silvia Fdez. San Benito

Desde el primer momento, desde el mismo instante en que el 11 de marzo de 2004 explotaban una serie de bombas en trenes de cercanía de la Comunidad de Madrid, la capital del Reino de España se convirtió en la ciudad más triste del mundo durante días y la versión oficial de lo ocurrido se puso en entredicho. No hubo tregua ni un segundo. Pasaron los años y la versión alternativa siguió sumando adeptos (perdió por el camino buena parte de ellos aunque siguen en sus trece los más radicales); pasaron los años y no pocos hicieron fortuna señalando a jueces, policía, Guardia Civil, partidos políticos o periodistas. Siguen a la carga.

Si bien es cierto que se pueden criticar duramente los procedimientos utilizados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que el sistema judicial se encontró en situación precaria respecto a lo que le venía encima en forma de terrorismo islámico, que la coordinación entre Policía Nacional y Guardia Civil era escasa y deficiente, que los servicios secretos españoles estaban a por uvas y que el atentado de Madrid se convertiría en un elemento decisivo para el futuro de España puesto que el rumbo del país cambió en las elecciones de días después; ha quedado demostrado que todo lo que se intentó vender como versión fetén de lo sucedido (se sigue intentando), no fue más que un negocio magnífico para algún que otro medio de comunicación y una excusa para que alguien pudiera justificar una derrota política más que merecida.

El libro firmado por Lorenzo Ramírez ’Las claves del 11-M – 20 años buscando la verdad’ no aporta nada nuevo a una teoría conspiratoria con la que se sigue haciendo caja. El autor plantea un sinfín de preguntas sin respuesta que intentan crear dudas en el lector, preguntas que no nos llevan a preguntarnos más y más (no hacen reflexionar en ningún caso) y sí a callejones sin salida en los que nos enfrentamos a una realidad paralela bastante absurda.

¿Fue una enorme chapuza policial lo que ocurrió alrededor de aquellos atentados? Sí, pero eso no significa que los atentados fueran programados por la propia Policía o para que el PP perdiese las elecciones. Eso no es de recibo y debería generar un potente y arrasador sentimiento de indecencia en el que difunde semejante majadería. Es verdad que en el mundo actual mentir es frecuente y suele salir gratis, que los bulos corren como la pólvora de pantalla en pantalla, pero algunas cosas ya no se pueden consentir. Esta teoría es zafia, chusca y parece estar envuelta en papel encerado por el que escurren engaños, dudas bobas y una clara intención de mantener viva una teoría que interesa a algunos.

No hace falta decir que alguien que no esté avisado puede dar por buenas las cosas que se dicen en este libro. Conviene leer otros libros más sensatos, menos tendenciosos, más honestos con la verdad y con lo que ocurrió. Por ejemplo, las páginas que se dedican a la muerte de Francisco Javier Torronteras, GEO que murió en la explosión del piso de Leganés ocupado por terroristas islámicos, es una vergüenza y un insulto a su memoria.

Calificación: Tendencioso.

Tipo de lectura: Resulta divertido cómo el autor intenta arrimar el ascua a su sardina, pero lo divertido se hace pesado con rapidez.

Tipo de lector: El que quiera conocer algo más sobre una de las teorías más disparatadas de la España moderna.

¿Dónde puede leerse?: Junto a otros libros que traten el mismo asunto. Para ir alternado, digo.

'Ariol, un burrito como tú y como yo'. Un cómic. Unos personajes entrañables. El trazo de Marc Boutavant presentando un universo accesible, divertido y exclusivo a lectores que pueden ir de los 8 ó 10 años a los 90 ó 100. Con adultos ayudando a leer la cosa puede arrancar a los 4 ó 5 años. Y no es una exageración de la que escribe. Ariol protagoniza historietas cortas que gustarán a cualquier lector. Sobre todo porque las tramas que desarrolla Emmanuel Guibert son estupendas. Buscan un núcleo muy fácil de localizar por parte del lector y termina ofreciendo finales llenos de moraleja y sentido del humor. Nada de moralina barata. Los niños y jóvenes se verán reflejados en cada viñeta aunque los adultos también (para eso somos capaces de recordar).

La colección protagonizada por el burrito Ariol tiene gran fama en Francia y se ha traducido a distintos idiomas de todo el mundo. Ahora, en España es HarperKids, el sello de literatura infantil y juvenil de HarperCollins Iberica, el que nos lo acerca. Muy bien editado.

Todos los personajes son representados como diferentes animales que concentran sus tópicos, sus problemas y sus cargas, para que Guibert juegue a contarnos nuestro propio mundo utilizando una ficción con pinta de ‘cosa de niños’. Ya les digo yo que los adultos encontrarán cosas que les toca muy de cerca. Estupenda noticia que Ariol comience a editarse con regularidad en España.

Calificación: Excelente.

Tipo de lectura: Divertidísima. Más profunda de lo que pudiera parecer.

Tipo de lector: Niños, adultos, ancianos.

Argumento: Distintas historias cortas nos enseñan el día a día de familias enteras.

¿Dónde puede leerse?: En compañía de los padres, de los hijos, de los nietos... De lo que toque.

Silvia Fdez. San Benito

 


Ahora los días son más cortos. Todo parece moverse con otra gracia, con una vitalidad recargada durante estos últimos meses de verano. Los niños corretean mientras los adultos van paseando con cierta despreocupación, los ancianos siguen sentados en el mismo banco de siempre aunque sonríen. Supongo que se sienten más acompañados. Un niño juega con la tierra del parque que dejo a la izquierda. Llena su cubo de plástico y lo vuelca una y otra vez. Lo llena con el cuidado del artista y lo vacía sobre sí mismo con la fiereza de un niño. Se acerca a su madre y le pide que le quite los zapatos. Le molesta la arena. Encuentra un amigo armado con cubo y pala propios. Se sientan. Juegan uno junto al otro.

 Me siento en el banco de madera que queda a veinticinco o treinta metros de los cubos y las palas, de la arena. Saco de la bolsa el ejemplar de ‘Mao. La historia desconocida’. Menuda alhaja este Mao. Setenta millones de muertos a sus espaldas. Stalin, Hitler, Pinochet o Franco parecen angelitos a su lado. El libro es muy interesante. Eso sí, algunas páginas ponen los pelos de punta. Lo firman Jung Chang y su marido Jon Halliday.

Voy leyendo y, de vez en cuando, miro a los chiquillos. Siguen a lo suyo. Anoto alguna cosa al margen o pequeñas reflexiones en la agenda. No entiendo cómo han podido ocurrir cosas como las que se describen en este libro. Alzo la vista para pensar.

Una pareja camina junto a su hijo. Corre moviendo todas y cada una de las partes de su cuerpecito. Lleva en la mano una piedra que tira sin ton ni son. Los padres charlan. Tranquilos. Observando a su pequeño. Y pienso en lo privilegiados que nos podemos sentir. Y en la cantidad de personas que llegan cada día a las costas españolas. Quieren vivir así. Los cayucos son el resultado de la desidia occidental. Dejamos que se mueran de hambre, que gentes como Mao gobiernen para aniquilar todo y a todos los que representan un obstáculo por pequeño que sea. Mientras, paseamos tranquilos.

Se aproxima un perro al niño. Se ríe nervioso. Los padres le dicen que no pasa nada. El dueño deja que el niño acaricie al perro. Continúa poco después. Se acercan tres chavales. Pantalones anchos, todos con gorra. Parecen sudamericanos. Los padres buscan al pequeño y le sientan en el cochecito. Miran con cierto recelo a los tres chicos que hablan entre ellos. Uno hace un gesto al niño. Cariñoso. Los padres no hacen caso. Se van. Pero el niño mira al muchacho que repite el gesto y ríe.

Mao, Stalin o Hitler, hicieron creer a su pueblo que lo que hacían era lo justo, que era por el bien de todos, que no se trataba de ninguna salvajada eso de matar al que protestaba o era judío. Los ministerios de propaganda eran certeros, infalibles. A nosotros nos están enseñando que lo de fuera es un peligro, que esto es una invasión. Ya veremos cómo acaba este asunto. Mientras nos sintamos más seguros rodeados de perros que de chavales vestidos de forma extravagante la cosa no podrá arreglarse de ninguna manera. Nos gusta tener a esa gente recogiendo alcachofas porque no queremos hacerlo nosotros. Cobran una miseria y nos da lo mismo. Miramos hacia otro lado cuando sabemos que viven como piojos en pisos alquilados por amigos o conocidos. Si les vemos a distancia mejor. La chica que ayuda en casa ha de ganar poco y si se va a otro sitio porque le pagan más decimos que es una desagradecida y una lista. Claro, claro, qué buenos somos. Son ellos los desvergonzados.

Algunos de los que llegan son unos indeseables. Eso es seguro. Me gustaría que les metieran en un avión y les llevasen de regreso a no sé qué sitio. Pero, del mismo modo, me encantaría que dejaran de venderme a los inmigrantes como si fueran el demonio. Mala gente siempre hubo. De todos los colores. Y buena. De todos los colores también. La gente necesita una oportunidad. No podemos dejar que se mueran del asco. O los dejamos llegar hasta nosotros o les financiamos lo que haga falta para que puedan vivir decentemente. Lo más gracioso de todo es que en un país en el que se declara católico un buen número de habitantes pasen estas cosas. Ya dijo alguien que lo peor del cristianismo eran los cristianos. Se nos olvida (a los cristianos) que Dios no entiende de papeles. Igual me borro y me fabrico una religión. Ganas no me faltan.

G. Ramírez

Colin Dexter

Si nombro a Colin Dexter, muchos de ustedes no sabrán quién es. Si nombro al inspector de policía de Oxford, Endeavour Morse, muchos ya sabrán de quién hablo y le relacionarán con Dexter de inmediato. Y es que Endeavour Morse es uno de los personajes que Colin Dexter creó al escribir sus novelas policiacas, unas novelas que son mucho más desconocidas en España de lo deseable, unas novelas con las que el lector puede disfrutar de lo lindo.

Colin Dexter (1930 -2017) escribió varias novelas protagonizadas por el inspector Morse. Casos verosímiles, personajes vivos y casi de carne y hueso, descripciones quirúrgicas y un clima excelente para que la trama pudiera desarrollarse sin empujones, sin prisas, sin cartón piedra de soporte.

Morse es un personaje principal característico de la novela policial. Algún rasgo sobresale entre el resto (como siempre pasó en novelas de este estilo) y convierten a Morse en un personaje único y exclusivo. Morse es arrogante, malhumorado, rezuma melancolía, es inteligente y enamoradizo. Y es que la soledad de Morse junto a esas melodías wagnerianas que resuenan en las páginas que protagoniza forman un conjunto exacto del que no puede escapar el personaje. Ni el lector.

El resto de personajes, los secundarios, deambulan para iluminar a Morse, para que crezca como personaje. Actúan como actantes aunque con alma plena y la importancia suficiente. Nada parece impostado en la narrativa de Colin Dexter.

En este Morse, entre otros aunque principalmente, se apoya la serie televisiva ‘Endeavour’ que tan bien ha funcionado desde hace diez años. En la serie se trabaja un tiempo anterior al de la primera novela que protagoniza el inspector Morse ‘Último autobús a Woodstock’. En la serie el personaje es un joven policía aficionado a la música clásica y a los crucigramas, un hombre que dejó la universidad (la de Oxford) por no estar de acuerdo con el sistema de enseñanza, un tipo sagaz, intuitivo y con arrojo. Morse se enamora aunque es incapaz de relacionarse con normalidad con algunas personas, Morse se siente solo en este mundo, Morse sufre porque cree estar en otra órbita sin saber qué hacer para bajarse. La serie merece la pena.

Siruela ha editado esta excelente novela escrita en 1975 y acierta con la elección del título puesto que se trata de una maravilla de la novela policiaca. Una mujer asesinada en extrañas circunstancias y una evolución del caso con muchos sospechosos, con cada pieza colocada con maestría para que el dibujo sea perfecto. Los diálogos son más que interesantes desde el punto de vista técnico puesto que todos ellos sirven para que la acción avance al ritmo que marcan los personajes al dar información. Al mejor estilo tradicional, las pistas que va dejando el narrador se ordenan de forma que toda sospecha cabe en el conjunto del universo que construye Dexter, toda conjetura puede tener recorrido aunque la realidad de los personajes indique lo contrario, y solo la capacidad deductiva de Morse pondrá las cosas en su sitio para que el lector disfrute del trabajo policial pulcro y constante de un buen policía.

Las trescientas páginas de ‘Último autobús a Woodstock’ son una lección de literatura creativa y si algún joven escritor quiere saber cómo se perfila un personaje literario debe leer la obra de inmediato.

Calificación: Excelente.

Tipo de lectura: Apasionante e intrigante.

Tipo de lector: Cualquiera que esté dispuesto a no querer dejar el libro para descansar un rato.

Personajes: Redondos, vivos.

G. Ramírez

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