‘El perseguidor’: Saxos, sexo y el otro lado

by - febrero 25, 2024



Julio Cortázar (Bruselas, 1914 – París, 1984) fue un gran escritor. Pero, además, fue un excelente aficionado al jazz. Nunca dudó en mezclar literatura y jazz. 'Rayuela', posiblemente la novela más leída del autor, es una muestra de esto último que digo. Aunque no es la única ni la más importante.

'El perseguidor', relato breve incluido en el libro 'Las armas secretas', habla de un saxofonista, de un genio, de una vida tormentosa, de drogadicción, de promiscuidad, pero, sobre todo, de música y del que es capaz de interpretar una pieza como nunca antes ni después nadie hizo o hará.

Los aficionados al jazz habrán descubierto a primera vista que Cortázar habla de Charlie Parker, de su música. Y el tema que trata en profundidad es la soledad del genio, la incomprensión que vive.

El relato es una joya. Nos encontramos con imágenes de gran potencia (un vestido rojo que luce una mujer y que en el entorno que se describe se convierte en una especie de coágulo repugnante; un saxo completamente deformado por el lado del alma). Nos encontramos, en el desarrollo narrativo, con distintos cambios de registro que hacen sospechar que la de Cortázar es una escritura muy parecida a la música que hace el protagonista. Porque los ritmos se modifican, porque los lamentos, los gruñidos, el fraseo del personaje, se escuchan con un ritmo de fondo que nos ha enseñado a comprender Cortázar.

Las ideas se van desgranando. Es especialmente interesante esa puerta a la que hace referencia Johnny, cómo el tiempo te coloca a un lado o a otro; cómo las palabras no sirven para expresar, ni la música, ni los recuerdos salvo que ese tiempo te desplace al otro lado. Y aparece la soledad como gran carga para el ser humano.

El narrador es Bruno V., crítico de jazz y biógrafo del músico. Nos cuenta, nos enseña, trata de expresar todo aquello a lo que asiste. Pero no puede. Deja hablar a Johnny, se irrita con él, se arruga ante la realidad. Y hace dinero con las cosas del protagonista. Durante todo el relato se justifica, trata de mantenerse al margen aunque presuma de lo contrario y escribe eso que no se atrevió a decir en la biografía de Johnny. Sencillamente, no sabría decir algo así porque ni lo entiende ni existe lenguaje que pueda acercarse a ello.

Todo aquel aficionado al jazz debe echar un vistazo a este relato. Con tranquilidad, sin presiones ni distracciones externas. Escuchando la música de Charlie Parker, intentando descubrir cómo es posible que a un músico se le vaya la propia vida en cada nota porque no entiende nada de lo que le sucede y ni siquiera esa música puede expresar el sentimiento; descubriendo que droga y miseria no pueden andar juntas, que las palabras llegan aunque lo peor es que vengan con lo que está en las palabras...

No se puede pedir más. Jazz y literatura de gran altura.

G. Ramírez

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