Han pasado muchos años desde que el que escribe se subiera, por última vez, en un bote de remo. Aún puedo recordar el frío en las manos, en la cara, el dolor en cada músculo de cuerpo al remar, el sentimiento de formar parte de un grupo, la satisfacción al comprobar que todos en el bote tirábamos con movimientos tan similares y de una forma tan sincronizada, que parecía imposible. Si tuviera que elegir una época de mi vida, en la que más y mejor realizado me sentí, esa durante la que practiqué remo tendría muchas posibilidades de ser señalada.
La tripulación alemana logró el tercer puesto en la final olímpica |
El remo es un deporte completísimo en el aspecto físico. Todos los músculos del cuerpo trabajan indiscriminadamente. Pero, además, el grado de exigencia emocional, la capacidad de sufrimiento y el compromiso con el resto de remeros que forman una tripulación es extravagante.
Si el remero forma parte de una tripulación no tiene más remedio que renunciar a ser una estrella.
Podría parecer que los tripulantes tiran de sus remos haciendo coincidir sus esfuerzos con los demás. No es así; los remeros forman la unidad en el que todo está medido y entrenado hasta la extenuación. Una décima de segundo de retraso del remero de proa al introducir el remo en el agua puede causar un desastre absoluto, que el remero más alto olvide que no tiene que estirar al límite los brazos, puesto que algunos compañeros no tienen su envergadura, es vital. El mundo del remo es extraño. Piensen que el timonel suele ser una persona pequeña, tal vez una muchacha, en un barco movido por tipos duros y musculosos, a los que tiene que exigir el máximo esfuerzo, a los que tiene que gritar y dar órdenes. Tiene que conseguir que el bote vaya tan rápido como sea posible. Y esto que se convierte en la gran satisfacción del remero se transforma en su peor pesadilla porque a mayor número de paladas por minuto (esta es una de las razones por las que un bote va más rápido) es mucho más difícil remar acompasando el ritmo con el resto de la tripulación ya que el dolor soportado es, casi siempre, enorme y los errores son directamente proporcionales a ese dolor. Remar bien es sufrir bien. Y mucho.
Portada de 'Remando como un solo hombre' |
Los remeros son deportistas que creen en sí mismos hasta límites improbables. De no ser así no podrían subir a bordo de un bote. Y es que el remo ofrece mucho dolor y da pocas alegrías. Las pocas veces que llegan, si formas parte de una tripulación, ni siquiera te pertenecen. Por muy bueno que seas tirando de un remo, el triunfo es de todos, de la suma de las distintas formas de entender este deporte. Eso es muy difícil de soportar para alguien que sufre en soledad una inmensa exigencia física y psíquica al practicar deporte. Pero los remeros son así y se dejan atrás casi todo a cambio de conseguir la perfección del movimiento, a cambio de lograr sentir cómo un barco se desliza sobre el agua con elegancia, con la brillantez del esfuerzo convertido en motor del universo que se construye a bordo.
Alguien como Hitler no podría entender algo tan sencillo como es todo esto. Nunca jamás. Seguramente, él pensó que una tripulación formada por ocho tipos fuertes y con envergadura, dejándose la piel en cada palada, sería suficiente para ganar a cualquier otra tripulación. Y no, el remo es otra cosa. En un bote deben mezclarse lo chispeante con la tranquilidad, la fogosidad tan necesaria en momentos concretos con la prudencia que reserva alguna maniobra final que permite ganar una regata, la astucia con la inteligencia. Y una vez que todo está allí, deslizándose sobre el agua, lograr que se coordine y funcione al cien por cien.
Los aficionados al remo no pueden perderse el libro de Daniel James Brown. Los que quieran echar un vistazo a la época que se dibuja en esas páginas, sin ser aficionados a este deporte, encontrarán un buen número de referencias y de datos o curiosidades.
Calificación: Divertido.
Tipo de lectura: Amena, nada exigente.
Tipo de lector: Amantes del remo, del deporte en general.
¿Dónde puede leerse? En la orilla de un estanque, justo antes de remar un rato.
G. Ramírez