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Dos minutos, cuarenta segundos y una novela


Ian Fleming se propuso firmar un relato de espías que lo cambiase todo en el mundo de la literatura y lo consiguió. Con su primera novela ‘Casino Royale’ logró dibujar un personaje que se convertiría en uno de los grandes mitos de toda la historia; creó a James Bond, al agente 007; y una nueva forma de narrar esas cosas que les pasa a los espías.

‘Casino Royale’ se publicó en 1952. Ian Fleming había servido como comandante de la Marina Real durante la Segunda Guerra Mundial. Estuvo destinado en el 39 de Inteligencia Naval y fue cerebro de algunas ‘operaciones negras’ en las que existía licencia para matar si fuera necesario. Pero Fleming se mantuvo siempre en los despachos. Una vez que acabó la guerra quiso cumplir su sueño de vivir en Jamaica, en una residencia preciosa llamada Goldeneye. Allí escribió esta primera novela con James Bond como protagonista mientras fumaba setenta cigarros a diario, bebiendo sin control y tomando bencedrina a espuertas para paliar su dolor de espalda. Alguna vez dijo que al mirarse en el espejo podía ver al agente 007 y que ‘Casino Royale’ era una especie de autobiografía de un sueño.

‘Casino Royale’ es una novela divertida, muy  divertida. Los lectores se pueden acercar a ella sabiendo que pasarán un rato estupendo puesto que el texto no es demasiado exigente, el lenguaje es cercano y Fleming evita figuras retóricas excesivas e, incluso, algunas poéticas ya que no parece que ese universo las admita con facilidad.

Frases cortas aunque de elaboración suficiente, tonos medios accesibles para cualquier lector y que encajan a la perfección con los personajes que se mueven en el mundo de Fleming. Una descripción casi aséptica y unos diálogos muy atractivos y directos.

Pero, por supuesto, es el personaje lo que hace grande a la novela. James Bond es oficial del Servicio de Inteligencia Secreto y comandante de la Royal Naval Reserve, al que también se le conoce por su código, 007. Tiene licencia para matar. Es un asesino sin escrúpulos, odia a las mujeres, le gusta jugar y beber, es bastante esquivo con las normas de sus superiores y desprecia todo lo que no es él mismo. Es un personaje que camina firme y aguanta lo que solo un ser humano extraordinario puede aguantar. Y se agranda al enfrentarse con los villanos. En 'Casino Royal' será un tal Le Chiffre el que se encontrará con Bond, que a su vez es un antihéroe de manual.

Eso sí, a pesar de lo divertido y cercano, esa cancelación tan de moda actualmente podría hacer estragos en las novelas de Fleming. Un par de muestras para entender esta afirmación:

‘Bond suspiró. Las mujeres sólo servían para el esparcimiento. En cuestiones laborales, siempre terminaban por interponerse y complicarlo todo por culpa del sexo, los sentimientos heridos y toda la carga emocional  que arrastraban. Había que cuidarlas y preocuparse por ellas’.

‘Había sucedido justamente lo que temía. Mujeres imbéciles que se creían capaces de desempeñar el trabajo de un hombre… ¿Por qué demonios no podían quedarse en casa a ocuparse de los cacharros, limitarse a elegir vestidos y a cotillear y dejar el trabajo de hombres a los hombres?’.

Sería completamente estúpido tratar de cambiar una sola coma de las novelas de Ian Fleming, por supuesto. Eso que piensa su personaje, hoy, ahora mismo, lo piensan cientos de miles de hombres en todo el mundo y conviene recordar que las sociedades actuales son incómodas e injustas para las mujeres. Que no aparezca en una novela una zona oscura de la realidad no solventa el problema.

Sea como sea, el James Bond de Fleming es este y la literatura de la que salió un mito enorme es la que es.

Esta novela se ha llevado al cine hasta en tres ocasiones (Más información en este enlace). 

En España, 'Casino Royal' esta editada por Roca Editorial (Grupo Penguinlibros) y la traducción es de Sara Bueno Carrero, un trabajo minucioso que conserva muy bien el sentido de todo lo que se dice en el texto original.

Calificación: Divertida. Imprescindible para el género.

Tipo de lectura: Muy amena, rápida. Fleming se queda en la superficie reconocible y más oscura.

Tipo de lector: Fans de 007 aunque cualquiera que quiera pasar un rato agradable puede leer la novela.

¿Dónde puede leerse?: En el sillón de orejas, con una copa al lado.

G. Ramírez

 

Franz Kafka. / Fotografía de https://ethic.es/

Franz Kafka es uno de los mejores autores de todos los tiempos. Escribió obras de gran envergadura entre las que sobresalen ‘El proceso’ y ‘La metamorfosis’. Su sentido del humor, ácido hasta el extremo; un uso del lenguaje bastante asequible para cualquier tipo de lector; la exploración de asuntos de importancia vital; y una capacidad de fabulación portentosa; le permitió crear una obra robusta y profunda.

Este relato de Franz Kafka es un monumento a la literatura. Todo está colocado en su sitio, nada sobra, nada falta. Desde la elección del narrador hasta el desenlace de la trama o el desarrollo teológico que lleva a cabo el autor, todo parece exacto en la novela.

Una lectura superficial podría llegar a ser entretenida, pero lo importante de ‘La metamorfosis’ no está precisamente en lo facilón o en lo irrelevante. El argumento es conocido por casi todo el mundo. Una mañana, Gregorio Samsa descubre, al despertar, que se ha convertido en un insecto enorme y repugnante. A partir de este momento, Kafka centra el foco en el personaje para que podamos entender. Insisto en que una lectura superficial nos llevaría de anécdota en anécdota aunque nos alejaría de eso que Kafka había preparado para los buenos lectores.

Un aviso muy importante: si las novelas de Kafka, en general, se leen sin tener en cuenta el sentido del humor que desplegaba el autor al escribir, no se puede disfrutar de la lectura al 100 por cien. Una lectura seria, sin asumir que todo es una enorme broma, nos lleva a territorios áridos y poco interesantes. Kafka leía lo que iba escribiendo a sus amigos en los cafés de Praga y todos se reían muchísimo, incluido el autor.

El registro que utiliza Kafka en ‘La metamorfosis’ es simple, de tono y alientos medios. Y las imágenes están relacionadas, casi en su totalidad, con la teología judía y con el número tres que llega a adquirir valores cercanos a la heráldica. Piense el lector que, aparte de Gregorio, su familia está formada por padre, madre y hermana (3); que se alquilarán habitaciones a tres hombres; que al final de la novela se escribirán tres cartas; que conocemos las tres puertas de la vivienda... Este tipo de detalles conviene tenerlos en cuenta.

El trasfondo religioso en ‘La metamorfosis’ es muy importante. Kafka renegó del judaísmo que le impuso su padre siendo niño. Pero le quedó un poso que no se podía quitar de encima salvo escribiendo y, así, eliminando los fantasmas de todo pelaje. Lo que el Génesis quiere desarrollar en cuanto a nomadismo o sedentarismo se refiere, está en el relato de Kafka. Buscar, no quedarse quieto, es fundamental. Dios premia al que continúa buscando tras la expulsión de Adán y Eva del Edén. También está inserto en el relato el pasaje de Caín y Abel. Una lectura intentando encontrar estos aspectos es una maravilla.

En cualquier caso, la novela de Franz Kafka es extraordinaria. Aunque pudiera parecer lo contrario, ‘La metamorfosis’ encierra una enorme carga de esperanza para el ser humano y, por supuesto, toneladas de literatura de calidad excepcional.

Es una novela muy corta y se puede leer casi de un tirón. Esto le convierte en un relato de lo más atractivo para jóvenes lectores. La edición de Astiberri, ilustrada por Paco Roca, es formidable.

Calificación: Extraordinaria.

Tipo de lectura: Amena, más que interesante.

Tipo de lector: Amantes de la buena literatura; todos los que quieran aprender a escribir.

¿Dónde puede leerse?: En una cafetería tratando de escuchar el eco de las risas de Kafka y sus amigos.

G. Ramírez


María Paz Otero. / Fotografía de Marcos Nogales


María Paz Otero es siquiatra y es poeta. En la actualidad, aunque tiene muy claro que su vocación médica es mucho más poderosa (entre otras cosas porque es lo que le va a dar de comer), vive un momento en el que la poesía inunda su vida y la tiñe de alegría. María Paz Otero va acumulando premios literarios y éxitos editoriales. Vive un momento tan feliz como efímero (eso lo sabemos los que ya pasamos por esa etapa hace años).

La juventud de María es aplastante, casi insultante para el que escribe. Y desborda simpatía, buena educación y una capacidad más que considerable para escuchar. Ha publicado tres libros de poemas. Y confieso que hacía mucho tiempo que no me lograba emocionar leyendo poesía nueva. María ha logrado escribir unos poemarios que van de lo casi infantil en algunos versos a lo profundo del alma, al cogollo de la existencia del ser humano. Escribe fácil, con cercanía, con las emociones y los sentidos atrapados en cada verso. Le gusta escribir en casa y en absoluto silencio. En una cafetería no podría escribir nada, ni una postal.

‘Qué queda de ti cuando te vas’

Charlamos mientras tomamos un café. Hemos sido puntuales los dos y tenemos tiempo suficiente como para indagar con tranquilidad en esas cosas que escribe María Paz.

En tus poemas aparecen asuntos de forma recurrente, casi obsesiva.  Por ejemplo, el tiempo, en concreto, el paso del tiempo.

‘Soy nostálgica, desde siempre’.

¿Se puede ser nostálgica del futuro? Porque muchos de tus poemas hablan del tiempo cumplido que se refiere a un futuro aún lejano.

‘Yo creo que sí. Nostalgia de lo que no ha pasado, de lo deseado y está por llegar o no llegará jamás. La idea de futuro se vive en el presente´.

¿Y el fracaso amoroso?

‘No lo tengo muy presente, al menos en la parte consciente que no escribe. Eso creía aunque me intranquiliza que lo hayas visto en algún poema. Ya sabes que pasa a menudo que los lectores ven cosas que el autor no se ha planteado y resulta que están detrás de cada verso. Ver a mis padres después de tantos años juntos y tan enamorados me hace pensar que el amor funciona y es duradero, pero me da miedo que no sea así en mi caso. Creo que por eso está presente este asunto en mi vida y en mi pensamiento. Ya he tenido ya algunos fracasos amorosos, claro que sí. Con dieciséis años tuve mi primera relación y mi primer fracaso con una chica, pero no sabía yo que eso aparecía con tanta nitidez en lo que escribo’.

¿Sabes que alguno de tus poemas me hace pensar en lo que James Joyce decía en ‘Ulises’? (Le recuerdo) ‘¿Qué es un fantasma?, preguntó Stephen. Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres’. Otro tema recurrente en tus poemas.

‘La ausencia se produce porque nunca somos los mismos ni experimentamos las cosas de la misma manera. Y yo, que hablo conmigo misma en los poemas, me veo como una ausencia, como una suma de ausencias. Esto me genera algunos problemas porque soy muy controladora’.

Hablas de ausencias que todavía no son como si ya fueran antiguas. Supongo que para experimentar las sensaciones que generan…

‘Las historias que cuento tienen mucho de ficción, son completamente inventadas. Y, efectivamente, cuento el futuro para entender. Ya te digo que me gusta tener las cosas controladas y escribiendo creo tener ventaja’.

‘Me cuesta terriblemente dar forma a estas letras’

‘Escribo muy rápido, muchas cosas y muchas veces muy malas. Además corrijo poco’.

Pero la importancia de cortar, corregir, experimentar con el lenguaje, de buscar fórmulas alternativas y encontrar esa palabra justa que convierte un verso en algo exclusivo y único, es esencial en poesía…

‘Soy impaciente en casi todo lo que hago. Si envío una nota de voz lo hago de forma acelerada y así me lo dicen. Tengo cierta prisa por descubrir el mundo y contarlo, ordenarlo para poder entender qué pasa a mi alrededor. Deshecho mucho de lo que hago y, tal vez, esos poemas unas vez corregidos podrían ser mucho mejores. Creo que escribo bien aunque no domino el lenguaje; escribo bien aunque mi formación teórica es escasa y eso me acompleja un poco. Lo que me sale bien es así y no sabría explicar la razón’.

Pienso que si María Paz está, todavía, en la fase en la que no ha comenzado una experimentación obligada, el día que lo haga tendremos una poeta mayor entre nosotros. Si ya es bueno lo que hace…

‘Escribo todo en el ordenador. No puedo escribir en papel’.

Y pienso en esa estilográfica que le terminarán comprando sus padres para que en lugar de escuchar el pulso de las teclas María oiga el rasgar del punto sobre el papel. Los ritmos son otros, las sensaciones son otras…

‘Clara está su inteligencia. La locura es una estricta

maestra de astrofísica. Incomprensible

casi para todos’.

Creo que la esencia de tu poesía está en lo oscuro, en lo que no llegamos a ver.

‘Lo importante es lo que no vemos, lo que nos pasa, lo que pensamos, lo que creemos que pensamos, lo oculto. Eso es lo importante de cada uno de nosotros. Somos más lo que no aparece que lo que mostramos.

Trato de explicar que lo que se ve es fruto de eso que no se ve, que mantenemos en la sombra, que no queremos confesar, que deseamos y nunca llega.

Suelo hablar de lo superficial intentando explicar que eso llega desde las profundidades. Salvo en ‘Los Atormentados’ (en ese poemario si voy más allá de lo aparente) me suelo quedar en lo que podría ser la superficie aunque intentando encontrar una explicación a las profundidades de las que hablo a veces. Y es que en las profundidades tenemos muchas más cosas en común (todos los seres humanos) que en la superficie. Lo oscuro es el territorio en el que nos parecemos más unos a otros’.

‘Todo lo incendia su voz’

¿Por qué escribir en lugar de pasar por la vida de puntillas que es, como todo el mundo sabe, lo que hace el noventa y nueve por ciento del personal?

‘Ordeno el mundo y con ello me lo explico. Es una necesidad que siempre he tenido. No trato de explicar algo que me sobrepasa, no podría. Soy muy racional y escribir me permite ordenar mis sentimientos. Poco más. A veces, imagino imágenes de mucha potencia de las que no soy capaz de escribir. Y, a veces, me descubro escribiendo sobre algo que no me apasiona especialmente. Ordeno lo que puedo y si no diera salida a esas cosas que me inquietan, antes o después, aparecerían de formas diversas y, seguramente, indeseadas.’.

Pues lo haces. Por eso tu poesía es tan brillante, por eso iluminas el camino del lector que quiere entender.

‘Con ordenar mi mundo tengo bastante. Si eso, además, explica algo, de maravilla, pero no es mi intención’.

Pues lo haces. Y si no te importa no cambies de rumbo

‘No hay comprensión posible para los Atormentados’

En poesía, aunque parece que la protagonista es la palabra, el silencio reina. En siquiatría, parece que el silencio es protagonista, pero es la palabra la que reina. ¿Estamos de acuerdo?

‘Existe algo común en esos dos lugares: la palabra importa, guía, ilumina. Importa lo que se dice y lo que se calla. El siquiatra dice y eso importa; el poeta dice y eso importa. El poema calla y eso importa, el enfermo calla y eso importa.

Yo aguanto mal el silencio largo, tiendo a romperlo. Y hay que aprender a respetarlo, es un problema con el que es preciso tener cuidado en el ámbito de mi profesión. Tengo un compañero que dice que primero se tiene una ‘cháchara intrascendente’ y luego se habla. Y hay que tener cuidado al hablar porque la palabra es esencial. Los siquiatras no somos amigos del paciente, no somos ‘chacharistas’ y estamos obligados a decir las cosas con sumo cuidado.

En poesía es más fácil callar y dejar que el silencio haga su trabajo. En siquiatría es complicado ese silencio de una de las partes que se hace eterno algunas veces y del que no conocemos apenas su significado’.

‘Colocas tu mano sobre mi mano’

Le pido a María que hablemos de Dios, de su silencio; otro tema recurrente en sus poemarios.

‘Ni soy católica, ni soy practicante. Mi ruptura con la religión fue rotunda al descubrir mi orientación sexual. Pero la idea de Dios la conservo intacta, me parece muy poderosa, muy apabullante. Tengo muchas dudas sobre su existencia y eso me obsesiona. Es como un ruido incómodo que tengo ahí en las profundidades y que sale de vez en cuando; en realidad con bastante frecuencia’.

 ‘Apoyada en la ventana los observo despedirse.

Un beso fugaz en la mejilla

al hijo silencioso bajo el porche

pone fin a un día como tantos:

un día que, apilado sobre otros,

se diluye ante mí y a nadie importa’.

¿Sientes el miedo del escritor a descubrir miedos ajenos que inunden su ser?

‘El miedo a las oscuridades de uno mismo es mucho más definitivo. El que sufren otros te puede generar angustia, compasión, incertidumbre o necesidad de ayudar, pero asusta más el propio. Por ejemplo, yo siento más mi propia tristeza aunque sea menor respecto a lo que viven otras personas. Si no fuera así nos moriríamos en veinte minutos, sería insoportable. Y por esto mismo, soy capaz de contarlo. ‘Los Atormentados’ es una especie de altavoz de miedos, de tristezas, de profundidades que recojo sin que me afecte hasta el punto de no poder soportarlo. En este sentido, lo ajeno lo percibes y lo propio te paraliza’.

Terminamos nuestros cafés y el tiempo. Caminamos durante unos minutos charlando, disfrutando del ajetreo de la ciudad. Y nos terminamos despidiendo en la puerta de unos de los parques más bonitos del mundo, El Retiro.  Pronto nos volveremos a ver con toda seguridad. Ella con un nuevo premio debajo del brazo; el que escribe con ganas de mirarse en un espejo que ya creía quebrado y que descubre casi intacto cuando habla con los autores jóvenes.

 

G. Ramírez

María Paz Otero nació en Madrid, en 1995. Es graduada en Medicina por la Universidad de Alcalá de Henares y residente de Psiquiatría en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Ha editado los poemarios ‘Nimiedades’ (Madrid, Ed. Hiperión, 2021; III Premio de Poesía joven Tino Barriuso), ‘A la tarde’ (Madrid, Ed. Vitruvio, 2024; Premio Vitruvio de Poesía) y ‘Los Atormentados’ (Madrid, Ed, Rialp, 2024; Premio Adonais).

 

Olivier Bourdeaut.

Existen las novelas que, sin ser grandes obras de arte, sin ser gran cosa, se convierten en vehículos que nos llevan hasta zonas de reflexión, hasta esos lugares en los que las emociones nos pueden jugar malas pasadas o, por el contrario, nos permiten disfrutar sin filtros de las cosas pequeñas e íntimas. Una de esas novelas es ‘Esperando a Mister Bojangles’ de Olivier Bourdeaut, editada por Salamandra el año 2017, con traducción de José Antonio Soriano.

La novela de Bourdeaut tiene algunos problemas técnicos muy evidentes. El narrador no está bien elegido. Se trata de un niño que vive una serie de experiencias aunque las cuenta pasado el tiempo (no sabemos exactamente cuánto aunque la elaboración del lenguaje es notable y eso nos lleva a pensar que han pasado años); es decir, algunas reflexiones que podría tener ese muchacho en el momento de suceder ya no las podría contar con la candidez con la que lo hace, con esa mirada cristalina que muestra. Juega el autor a colocar el foco en aspectos de la historia que, sin duda, con el filtro del tiempo no podrían contarse así salvo que se estuviera impostando una voz. Y como el autor sabe que la cosa queda regular, se ve obligado a recurrir a parte de los diarios del padre del muchacho en la que cuenta lo mismo que el niño sin aportar gran cosa salvo esa credibilidad que falta de forma evidente. Si no hacemos caso a esto, la novela resulta muy atractiva, divertida, entrañable y conmovedora.

Y es que ‘Esperando a Mister Bojangles’ habla de la libertad, de una opción muy loca elegida para vivir que consiste en hacer lo que nos pide el deseo más inmediato, habla de la enfermedad como arma de destrucción implacable, de un amor que arrasa con todo (incluido con el propio amor). La novela habla de lo auténtico que tiene una persona, de eso que solo podemos conocer cuando la mente explota y deja perdida la realidad con ideas surrealistas, fantásticas, extraordinarias.

Un matrimonio baila sin cesar. La vida es un baile eterno al que asisten ellos, su hijo y todo aquel dispuesto a festejar la vida sin pausa. El matrimonio esquiva la zona más gris de la realidad y protege a su hijo tanto como puede de eso que imponemos desde la sociedad sin piedad y sin sentido alguno. Y una canción suena sin cesar en la casa de estos seres tan exquisitos y tan peculiares. La versión de Nina Simone de ‘Mr. Bojangles’ (compuesta por Jerry Jeff Walker el año 1968); una canción que habla de un hombre que debería llegar para bailar eternamente, para saltar y caer con elegancia a pesar de todo.

Técnicamente, la novela está resuelta con dificultades y sin una solución acertada. Pero funciona el conjunto y el relato de deja leer, se puede disfrutar y llega para toparse con la línea de flotación de cualquiera que mira la realidad con sensatez. Con ese punto de locura que llevamos dentro y llamamos sensatez.

Calificación: Divertida, emocionante.

Tipo de lectura: Rápida, entrañable.

Tipo de lector: Este es un relato que puede gustar a cualquiera. Salvando cuestiones técnicas, claro.

¿Dónde puede leerse?: En el salón de casa. Con una copa en la mano, escuchando música e imaginando que el mundo solo merece la pena si se puede disfrutar de él con intensidad.

G. Ramírez

Leire Bilbao. / labellavarsovia.com
Hablar con un escritor es siempre un momento mágico. Palabras, rimas, formas de entender, formas de mirar, formas de ordenar la realidad, mundos ficticios que explican la realidad, esa misma realidad asaltada por la ficción para poder soportarla… Y hablar con Leire Bilbao, una escritora de raza, de esas que lleva las palabras sobre la palma de la mano, es uno de esos momentos amables, simpáticos, profundos que hacen sentir cierto privilegio al que escribe.

Lo primero que hago es expresar a Leire Bilbao lo mucho que me gusta su trabajo y lo bonito que resulta cualquiera de sus poemas si los traduzco y los convierto en una partitura. Los poemas de Leire Bilbao suenan al son de la música que encierran las palabras desde la primera vez que se pronunciaron. Y la pido que me resuma su llegada al mundo de las letras y los caminos que ha recorrido hasta ahora.

‘Soy de un pequeño pueblo de Vizcaya que se llama Ondárroa; he sido desde muy pequeña lectora insaciable; hija, nieta y sobrina de marineros, es decir, procedo de un ambiente pesquero que se deja ver en mi obra sin disimulo alguno. A la playa fui siempre con mis libros. A los trece años, más o menos, tuve la gran suerte de encontrarme con un profesor de improvisación oral, un bertsolari que se llamaba Jon Lopategi, que llegó a nuestra escuela de la mano de Josemari, mi profesor en la ikastola. Qué importante son los buenos profesores con los que nos encontramos siendo niños y jóvenes (se refiere a estos antiguos profesores con verdadero respeto y yo diría con devoción); Josemari ya nos había enseñado a cantar y el folclore, pero Jon Lopategi hizo unas pruebas para ver quién tenía el gusto por aprender las tradiciones, el folclore, canciones o la métrica, y comencé a indagar en el mundo de la improvisación oral junto a él. Y así es como tuve la fortuna de comenzar a recorrer la comarca ensayando la palabra, improvisando desde cero puesto que yo estaba aprendiendo a rimar y a cantar. Visitábamos las escuelas, más tarde nos dejábamos ver en las plazas de los pueblos; en fin, una cosa muy divertida y muy entrañable. Exploré ese mundo maravilloso que luego dejé a los veintiuno. Ya sabes cómo funcionan las cosas, comencé con el derecho económico, creí que no podía con todo y centré los esfuerzos en los estudios y en encontrar un trabajo del que poder vivir. Esto es así y es muy difícil cambiarlo. De esto hace más de veinticinco años’.

Habla con la ilusión intacta y satisfecha con el pasado.

‘Ya en 2006, conservando dentro a aquella niña que tenía el gusanillo, tan dentro y tan arraigado, de escribir y de publicar, di el salto a la literatura escrita con un libro de poemas. No había métrica ni rimas, ni estructura clásica alguna; era casi casi, matar al padre. Y ese mismo año publiqué, por casualidad, un poemario para niños titulado ‘Amonak nobioa du, eta zer?’ (‘La abuela tiene novio, ¿y qué?’) que publicó la editorial Elkar. En aquel momento me animó a publicar Joxantonio Ormazabal y desde entonces compagino mi trabajo con la escritura y no dejo de publicar cada año alguna cosa’.

Le pregunto si no se puede vivir sólo de la escritura y, sencillamente, ríe y me pregunta si esa es una pregunta trampa, que ya sabemos los dos que eso es muy, muy, difícil.

¿Por qué escribir para niños y jóvenes?

‘Eso me hizo reencontrarme con la niña que llevaba dentro, con esa niña lectora que no dejaba de mirar el mundo con ojos nuevos. Lo pasé tan bien… Tengo que confesarte una cosa: al escribir poesía para adultos, a veces, sufro o me siento inquieta o me cuesta más. Y eso no me pasa con la poesía para los más jóvenes. Me divierto sin filtros’.

Y es que echarse un vistazo a sí mismo duele, cada zarpazo se siente con más intensidad. Esto es algo que también sabemos los dos.

‘Sí, sí, por eso agradezco mucho hacer literatura infantil. De verdad que me quito años de encima. Es maravilloso, me siento mucho más ligera, como si anduviera descalza por un jardín’.

Hablemos de los Bichopoemas y otras bestias (Kalandraka, 2019) y Bestiapoemas y otros bichos. (Kalandraka, 2021), por favor.

‘En 2016, pensé que podría dar un salto a la literatura escrita para personas de 0 a 99 años. Y nacieron esos dos libros que se crearon conjuntamente (son libros hermanos) que tantas alegrías me han dado. Además (no quiero olvidarme) en literatura infantil y juvenil tengo otro libro que habla de un hipopótamo y un pajarito titulado Pico Chico (Tramuntana, 2019), un librito muy divertido que es, en realidad, una alegoría que habla de los fuertes y de los débiles’.

Leyendo los Bichopoemas y los Bestiapoemas he tenido la sensación de enfrentarme a poemas exigentes y casi para lectores maduros. Crees en la capacidad comprensora de tus lectores a pies juntillas ¿no?

‘No hay que menospreciar la capacidad de los niños para entender las cosas. Y no olvides que todos llevamos dentro distintas edades que nos sorprenden a veces sin que lo esperemos. Insisto en que estos libros están pensados para lectores de 0 a 99 años. Cada lector, dependiendo de la experiencia vital que tenga interpretará el poema de una manera u otra y es eso lo bonito de estos libros. Mira, por ejemplo, el uso de los animales para hablar de amor o de la amistad sirve para que cada uno de nosotros podamos identificarnos con ellos, ver cómo esos animales pueden decir lo mismo que nosotros de un tema concreto’.

Le confieso a Leire Bilbao que me gusta mucho cómo juega con la tipografía y el uso del espacio de cada página, y le expreso cierta perplejidad al enfrentarme con algún poema que me llena, que me gusta porque arrastra una idea tan bien dicha que remueve, perplejidad porque los niños son capaces de leer con mirada clara y recibir ese mismo mensaje con los matices insalvables que aportan los años vividos. Y le expreso cierta envidia porque siendo niño nunca tuve oportunidad de leer cosas parecidas y me tenía que conformar con otras cosas que llegaban a destiempo, muchas veces, y me impedían comprender y aprehender asuntos esenciales de la literatura y, por tanto, de la vida.

‘Bichopoemas y Bestiapoemas son el producto de muchas cosas. De entrada, mis libros no serían lo mismo sin las ilustraciones de Maite Mutuberria que son maravillosas.

Asiento porque lo son y, efectivamente, son un complemento fundamental a los poemas de Leire Bilbao.

‘Siempre quiero jugar con las palabras, pasarlo bien y que el lector disfrute como yo al escribir mientras lee. Me encantaría que los poemas de esos libros fueron leídos junto a los padres, los abuelos, o los tíos, en el caso de los niños más pequeños y convertir el tiempo de lectura en un momento dulce. Sería una iniciación estupenda. Son poemas que están pensados para ser leídos en voz alta. No es obligatorio aunque la palabra tiene su musicalidad, su son, y es muy bonito experimentar con ello. Y, lógicamente, los niños los pueden recitar. Ya sabes que me interesa mucho el sonido de las palabras, su música. Es una forma de mirar la vida, de ordenar el mundo. Pienso en un niño con un saco de letras en las manos, pienso en cómo lo quiere mover para descubrir qué sale de allí y poder ordenar un sitio tan desordenado como es este universo nuestro. Y me gusta mucho esa imagen. Por cierto, jugar con las palabras y jugar con las ilustraciones logrando imágenes poéticas sería lo ideal’.

Leire Bilbao va hablando con tranquilidad como si se supiera el mundo de memoria y lo estuviera pasando a limpio mientras me lo cuenta.

‘Se trata de jugar con las palabras, de generar conexiones posibles e imposibles también, crear lugares nuevos, generar y mantener la ilusión de los niños al enfrentarse con la realidad. Tenga la edad que tenga’.

Le propongo que busquemos una palabra que le vaya como un guante, que condense en la medida de lo posible lo que es Leire Bilbao. Ella piensa y me dice que una de las palabras que más le gustan es salitre, porque las gentes de su pueblo llevan la sal del mar pegada a la piel desde antes de nacer. Una sal que también roe. Una palabra que le acompaña. Le confieso que mi opción es ajedrez porque representa la intuición, la inteligencia, la capacidad de ir un poco más allá para alcanzar a poder decir el mundo. Y es que Leire al escribir intuye, persigue su objetivo y nos agarra la mano para que la sigamos por una senda nueva que ella sabe muy bien dónde acaba. Es puro ajedrez.

‘En la improvisación oral lo primero que se piensa es en la última estrofa y eso lo tengo interiorizado hace muchos años. Es justo lo que acabas de decir’.

Nos vamos despidiendo y dejamos claras las intenciones de tomar un café siempre que venga por Madrid o yo me acerque a Euskadi. Y pienso que la grandeza de la literatura es que lo que no dicen las palabras está en cada página, el silencio es tan importante como lo dicho. Y los libros de Leire Bilbao son un enorme tablero en el que se juega al ajedrez que los que trabajamos con el lenguaje tratamos de entender y de construir. Un mundo de fábula reservado para un puñado de privilegiados.

G. Ramírez

Leire Bilbao. / Fotografía de Aitor Unamuno

Este es un libro que, como todos los demás, se puede leer; pero que, como casi ningún otro, se puede cantar. Porque los poemas de Leire Bilbao encierran una musicalidad extraordinaria y porque las ilustraciones de Maite Mutuberria acompañan a la imaginación del lector y al son que invita a dibujar una partitura que se llena de esas hormigas a las que hace referencia la escritora en la primera página del libro (Un tropel de hormigas / se ha colado / en este libro en blanco / para escribir / sus hojas / letra a letra / poco a poco).

El libro se divide en cuatro partes (a los acuáticos, reptadores y rugidores de ‘Bestiapoemas y otras bestias’, se suman los poemas voladores) y los niños y niñas de diez años en adelante, podrán elegir entre escuchar el jazz en una cañería, aprender la canción de los renacuajos o descubrir que ‘los sueños de los peces no tienen cerrojos: / ni cuando duermen cierran los ojos’.

‘Bichopoemas y otras bestias’ consiguió el tercer premio al libro mejor editado el año 2019; y no es extraño puesto que la delicadeza y el cuidado de la editorial Kalandraka con sus libros es estupendo.

La poesía que llega de esta forma tan divertida y tan cercana puede servir para que los jóvenes lectores encuentren un anclaje a la lectura sólido y duradero. No es habitual que un poeta logre ordenar el lenguaje de este modo y que el ilustrador entienda tan bien lo que dice. Y no es habitual que el mundo se explique con tanta cercanía y acierto. Por ejemplo, ¿sabían ustedes que ‘las nubes son ovejas / que echan a volar / cuando de los sueños / quieren escapar? Pues, ahora, ya lo saben. Si quieren conocer un buen número de secretos que siempre tuvieron a la vista y nadie les había mostrado desde una mirada distinta, echen un vistazo a ‘Bichopoemas y otras bestias’. Merece la pena.

Calificación: Estupendo. Imprescindible.

Tipo de lectura: Muy divertida, muy necesaria.

Tipo de lector: Niños y niñas de diez años en adelante (los adultos deberían acercarse a estos poemas).

¿Dónde puede leerse?: Cualquier lugar es bueno. Eso sí, con la mente abierta.

G. Ramírez

 


En el Centro San Rafael de la Fundación San Francisco de Borja, según dice claramente su página web, lo esencial es ‘la atención de personas con discapacidad intelectual y que, bien por su situación socio-familiar, bien por sus características personales específicas, requieran una atención especializada’. Hacen un trabajo maravilloso y hay que celebrar que existan entidades como esta.

En noviembre de 2023, ‘San Rafael. Fundación Estima de la Comunitat Valenciana’ editaba ‘Las gafas de papá’ un cuento firmado por Ianire Doistua e ilustrado por Patricia González Irala que habla de esa especie de ceguera crónica que mostramos los adultos cuando nos enfrentamos a realidades que piden empatía, comprensión, generosidad y una mínima dosis de humanidad.

Ianire Doistua. / Fotografía cortesía de la señora Doistua 

Un padre es incapaz de ver la realidad y, poco a poco, un grupo de jóvenes van ‘limpiando sus gafas’ para que pueda ver. El adulto solo veía lo que no podían hacer otros o sus defectos y termina viendo todo lo contrario. Y es que es eso lo importante; lo que suma y no lo que resta.

El texto de Ianire Doistua es claro de principio a fin aunque, dado que algunos lectores pueden no entender alguna metáfora; bien por su edad, bien por cualquier otra causa; se cierra el cuento con una explicación sencilla y clarificadora. Se utiliza un lenguaje cercano y muy apropiado para lectores de cinco años en adelante.

Una mirada clara, limpia y abierta, es lo que se reclama para todas aquellas personas discapacitadas que nos vamos encontrando por el camino.

Por su parte, Patricia González Irala llena las páginas de mofletes colorados marca de la casa, con un trazo limpio y cercano; acompaña muy bien con su arte un texto que necesita color, matices y ese apoyo que solo un buen dibujo pueda aportar.

Patricia González Irala. / Fotografía cortesía de la señora González Irala

Las sociedades que hemos construido se sostienen en la pluralidad y en la integración, en la ayuda y en el compromiso sin condiciones (al menos de todos aquellos que entienden la necesidad de ayudar a otros). Y para ello no podemos seguir utilizando gafas de madera. Una sociedad moderna y con futuro no puede rechazar a ninguno de sus miembros. Afortunadamente, existen entidades como la Fundación San Francisco de Borja y artistas como Ianire Doistua y Patricia González Irala que nos recuerdan lo importantes que somos los unos para los otros y todo lo que podemos aportar.

Calificación: Estupendo.

Tipo de lectura: Entrañable, necesaria.

Tipo de lector: Niños y adultos sin límite de edad.

¿Dónde puede leerse?: En cualquier lugar aunque, eso sí, con las gafas bien limpias.

Silvia Fernández San Benito

Fotografía de zarauzkohitza.eus

El ser humano está obligado a mantener los pies en contacto con el planeta Tierra, debe estar atento a lo que le dicen las plantas y los animales, está invitado desde que nace a entender un entorno que es único y que permite vivir. Perder el contacto más básico con la Tierra es nuestra perdición y una condena insoportable.

‘Bestiapoemas y otros bichos’ es un libro de Leire Bilbao y Maite Mutuberria; la primera escribe poemas (deliciosos, inteligentes, evocadores y llenos de un sentido que los jóvenes lectores pueden aprehender sin problemas por su sonoridad y la claridad de su mensaje), la segunda ilustra página a página con acierto para iluminar cada verso, cada idea, cada silencio del texto.

El libro se divide en tres bloques (poemas acuáticos, poemas reptadores y poemas rugidores) precedidos por un poema que es una declaración de intenciones preciosa y un claro porqué del contenido; y rematados con un ‘poema… Y fin…’.

Los jóvenes que se acerquen a este libro se van a encontrar con un lenguaje cercano, sonoro, exacto y fácil de asimilar; con un lenguaje ordenado para decir cosas como que ‘el tiempo es / esa mosca / que se aleja / tras el cristal / de tu ventana'; con el uso de la página que obliga a leer del revés (se veía venir al entrar los murciélagos en escena); la referencia a un famoso e inolvidable poema que invita a lecturas más adultas (ay, la naranja de Paul Éluard); versos nadando con forma de merlo o maruca; o ese humor negro que resulta tan gracioso a cualquier edad (el poema ‘la mosca enamorada´ es tan hilarante como tremendo, y la ilustración que le acompaña es genial).

Maite Mutuberria elige cada imagen y cada trazo sin equivocaciones y logra que cada poema se pueda leer y se pueda ver (si me apuran, también que se pueda mover). Y, así, el conjunto de ‘Bestiapoemas y otros bichos’ termina siendo una delicia.

La editorial Kalandraka edita el ejemplar con esmero absoluto y el producto resulta altamente recomendable.

Calificación: Muy bueno.

Tipo de lectura: Amena, reflexiva, agradable.

Tipo de lector: Niños y niñas de diez años en adelante.

¿Dónde puede leerse?: En casa, con tranquilidad y en buena compañía. Leer junto a los padres es una opción muy a tener en cuenta.

G. Ramírez

 

Patricia González Irala.

Antes de caer fulminado por la anestesia previa a una cirugía, alguien te dice 'piensa en cosas bonitas'. Pero no te da tiempo y, seguramente, no sabes porque no tenemos un manual para pensar el mundo desde lo bonito. Se nos ha olvidado. No hay tiempo para esas cosas en el mundo actual.

Pero tenemos buenas noticias. los niños están de enhorabuena porque Patricia González Irala ha escrito un libro maravilloso y lo ha ilustrado con maestría, enorme devoción por los niños y gran delicadeza.

Invita la autora a los niños (yo diría que de dos a seis años) a imitar a la Gata Renata que se enfada y tiene que lograr desenfadarse lo antes posible. Y lo vamos a saber porque si la mancha plateada de su cabeza sigue siendo de otro color es que el enfado persiste terco y molesto. Renata sabe cómo volver a ser feliz: mira cosas bonitas, escucha cosas bonitas, toca cosas bonitas… El mundo de Renata se tiñe de una belleza acogedora que acaba con el malestar. Y eso significa que piensa todo bonito.

Las ilustraciones son exquisitas (todos los personajes luciendo sus MofletesColorados, marca de la casa) y los textos fáciles de aprehender, de explicar, de memorizar y de entender. La lectura debe ser conjunta de padres y niños (los más pequeños) y disfrutar del libro está garantizado. Un vocabulario sencillo, una rima divertida y un número de palabras reducido para no crear problemas y voilà, tenemos un libro estupendo gracias a todo ello y a las ilustraciones. Por cierto, muy bien entintado y con texturas que casi se pueden tocar en cada página.

Calificación: Estupendo.

Tipo de lectura: Divertida, relajante. Con papá o mamá (o con los dos) mucho mejor.

Tipo de lector: Niños de dos a seis años. Padres y madres. Abuelos, tíos…

G. Ramírez





Sergio García Maeso.

Es extraño, pero son muchos los que nos saben qué es hacer poesía, qué es un poeta. Y es bastante sencillo. Decir las cosas de forma exacta. Es este el trabajo que hacen los poetas. Eso es la poesía: la exploración, la experimentación con el lenguaje, la eterna pregunta, la contestación improbable, la búsqueda perpetua de ese verso que expresa con todo el acierto posible eso que queremos decir, que no somos capaces de encontrar de cualquier otra forma, y no se puede intercambiar con otra fórmula.

Sergio García Maeso ha escrito un libro de poemas que merece la pena leer. Es un poemario que va de lo casi pueril (el cielo destripado de pelusas) a lo duro de la realidad (Y lo que queda sabe morder, la basura sabe morder, / los errores se acumulan en los pies como perros / y es lo mismo ante el mundo: el mismo cauce / de grietas donde solo cabe un ojo, las cosas que parecen antiguas sólo de día. / ¿Cuánto tiempo ha pasado?). Hablar de la niñez y de la vejez con un ojo que intenta descifrar un entorno tan hostil como entrañable, tan correoso como encantador.

García Maeso quiere mirar y esa es la gran obsesión de este poeta. Ya lo adelanta al escoger unos versos de Lorca para encabezar la obra (Las cosas le están mirando / y ella no puede mirarlas). Y Lorca está reposando en muchos de los versos que escribe García Maeso. Es una clara influencia que se deja casi tocar.

El autor de ‘¿Quién tiene una venganza en los días?’ tiene poesía dentro y puede llegar a ser un excelente poeta. Puliendo algunas aristas formales en sus poemas y evitando querer contar todo para que sea el lector el que escriba con él el libro, puede lograr cosas importantes. Este que es su primer poemario ya indica que el camino está trazado y que falta transitarlo. Tal vez una experimentación algo más profunda con el lenguaje aportaría a los poemas una profundidad que, si bien cuenta con ella, no es suficiente para dar el gran salto.

Hacía tiempo que no leía una obra tan madura de un autor novel.

Calificación: Muy prometedor.

Tipo de lectura: Exigente porque es poesía de verdad y no puede ser de otra forma.

Tipo de lectura: El que esté dispuesto a mirar la realidad con otros ojos.

¿Dónde puede leerse?: Con un microscopio a mano.

G. Ramírez



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