'Lección de alemán': El universo devastado
En 1968, Siegfried Lenz publica 'Lección de alemán', una novela que indaga con fuerza aspectos alrededor del arte, de su autonomía, de lo que supone la fuerza política para reprimir al artista. Es imprescindible en una biblioteca cualquiera puesto que es una obra de arte indiscutible.
En la década de los sesenta, un nutrido grupo de escritores
alemanes, comprometidos con el sentido político (que no con los partidos), y
con la renovación del impulso experimental de las vanguardias, promueve la
conversión de la literatura en un asidero para miles de jóvenes que levantan
barricadas en cualquier calle contra un poder que intuyen insulso, histérico y
favorable a la ruina de la cultura. En ese marco histórico Siegfried Lenz
publica 'Lección de alemán'. Estamos en 1968.
Peter Weiss, Martín Wassar, Arno Schmidt o el mismo
Siegfried Lenz son excelentes representantes de este movimiento cuya
preocupación será más la palabra y el estallido etimológico que la idea pura.
Algunos críticos les denominaron, desde el principio, como el grupo de los
destructores. Son el producto de la influencia del Gruppe 47 que había
intentado recolocar en el terreno de la autonomía cualquier manifestación
artística; que se mostraba receloso ante ideologías de todo tipo; que no
asumían compromisos con siglas, ni emblemas, ya que el análisis político no
tenía cabida entre los severos traumas causados por lo que había sucedido en la
Alemania de Hitler.
De entre todos ellos, Lenz es el más moderado. Muy joven,
con tan sólo diecisiete años, se incorpora a la marina del ejército alemán. Una
vez finalizado el conflicto mundial experimenta el paso como profesional por
los medios de comunicación y, ya en 1961, publica su primera obra teatral con
la que consigue el Premio de literatura de la ciudad de Bremen.
En plena madurez como escritor, publica 'Lección de alemán',
su primera obra de éxito, en la que a través del ejercicio de castigo redactado
por Siggi Jepsen (personaje principal de la novela que se encuentra recluido,
por su propio padre, en un reformatorio para jóvenes difícilmente educables al
proteger cuadros prohibidos), nos presenta un mundo construido por los adultos
que destruye el de la infancia, un poder que busca el aniquilamiento cultural
que es lo que hace del mundo algo vivo. El servicio al poder, representado por
el padre de Siggi (policía en el puesto exterior de Rugüll que llevará más allá
de la guerra su sentido de la obligación) se contrapone a la autonomía del
arte, esta vez personificado en el pintor Nansem, que llega a calificar a los
estamentos gobernantes como 'esos idiotas', una vez que conoce la
prohibición expresa de su obra. Un artista que intentó en el pasado
incorporarse al entramado político, pero fracasó por no encontrar un solo
hueco. Todo esto lo descubrimos en la mirada de Siggi, que trata de utilizar la
palabra del arte, la del color, como herramientas para interpretar un mundo
deshecho, una infancia oscura con la única referencia de la rebeldía por medio
de la escritura o la pintura. Ante los cuadros que describe el narrador, que van
tomando vida a medida que avanza el relato, ni siquiera esos idiotas, esos
pueden mantener una postura absurda frente al cumplimiento de un deber
descerebrado. Cuadros que terminan siendo el retrato de una Europa devastada
por el horror de la guerra.
Calificación: Excelente.
Tipo de lectura: Placentera.
Tipo de lector: Cualquiera debería paladear una obra como
esta.
Personajes: Perfectos en su diseño y evolución.
Argumento: Los poderosos no tienen arreglo.
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