'Ulises': El principio de una era
‘Ulises’ es un relato decisivo para lectores persistentes.
La lectura es complicada, los personajes rocambolescos y el argumento se diluye
con la calma propia de una obra maestra de la literatura.
‘Ulises’ es uno de los libros más importantes del siglo XX,
una novela experimental en la que el escritor irlandés James Joyce juega con el
lenguaje dándole forma a cada una de las técnicas novedosas que revolucionaron
la escritura y que abrieron la centuria acompañadas de la propagación del
cinematógrafo, del estudio del subconsciente y el psicoanálisis, y de la
general divulgación de todas las obras de todas las literaturas.
La más destacada de estas técnicas es el flujo de
conciencia, la simulación escrita del pensamiento humano, pero hay otras como
son la descripción por acumulación, las listas; la utilización fragmentada e
impresionista del discurso, el uso de la jerga, el surrealismo, la creación de
palabras nuevas, y la ruptura de las convenciones de espacio, tiempo, género
literario, narrador y personaje.
Con todos estos recursos, Joyce redacta lo que viene a ser
el manifiesto de una nueva forma de hacer que inicia la era literaria en la que
estamos.
El título nos remite a un paralelismo estructural con la ‘Odisea’
de Homero que es prácticamente imposible de identificar para los lectores
comunes salvo porque, de la misma manera que la ‘Odisea’ es la encubierta
representación escrita de un mapa del Mediterráneo, ‘Ulises’ es una clara
cartografía de la ciudad de Dublín.
‘Ulises’ es una novela larga, compleja, oscura y –en
general- aburrida, en la que sin embargo será difícil que un lector interesado
no encuentre un capítulo que le parezca insólito, ocurrente y divertido; un
capítulo al menos cuyas acciones pueda comprender y que le dé ánimo suficiente
para afrontar la lectura completa del libro, más cuanto que se trata de una
obra que no es necesario leer de un tirón. Personalmente recomendaría el
monólogo de Molli Bloom editado en el capítulo 18, la fascinación enciclopédica
del 17, y -para una iniciación- los atisbos de la vida cotidiana de la ciudad
de Dublín en los años veinte del siglo pasado compuesta a la manera de flashes
en el capítulo 10, o la impagable declaración de principios de Leopold Bloom
hacia la mitad del 15:
Estoy a favor de la
reforma de la moral municipal y a favor de los diez mandamientos puros y
simples. Nuevos mundos en lugar de los viejos. Unión de todos, judíos,
musulmanes y gentiles. Una hectárea y una vaca para todos los hijos de la naturaleza.
Coches fúnebres modelo berlina. Trabajo manual obligatorio para todos. Todos
los parques abiertos al público día y noche. Lavaplatos eléctricos. La
tuberculosis, la locura, la guerra y la mendicidad deben cesar inmediatamente.
Amnistía general, carnaval todas las semanas, con las licencias del
enmascaramiento, gratificaciones para todos, esperanto, fraternidad universal.
Se acabó el patriotismo de los políticos de taberna y de los impostores
hidrópicos. Dinero libre, amor libre y una iglesia laica libre en un estado
laico libre.
Existen infinitas críticas, ensayos y estudios que pueden
ayudar al lector en la comprensión del texto y son accesibles en las
bibliotecas y en la red, porque ‘Ulises’ es una novela que no ha dejado
indiferente a nadie, ha sido adorada o denostada hasta una exageración desde la
que los lectores críticos de hoy tendemos a encontrar un cómodo término medio:
no es una obra maestra homogénea e incontestable para cuya comprensión sean
obligatorios todos los esfuerzos, pero tampoco el ilegible y pedante cajón de
sastre de una mente enloquecida. Es una novela interesante, complicada,
meritoria y decisiva.
Para los irlandeses es, además, parte de una confusa
identidad nacional.
Augusto F. Prieto
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