'Mejor la ausencia': El cataclismo de crecer sin futuro
Interesante novela de Edurne Portela que consigue un retrato descarnado de la sociedad vasca de los años 80 y 90 del siglo XX. El País Vasco desde dentro como pocas veces lo hemos podido mirar.
Durante muchos años, vivir en el
País Vasco no fue fácil para algunos; en realidad, no lo fue para casi nadie.
La violencia mandaba en las calles, una ideología radical que no permitía otras
alternativas se imponía en centros de trabajo, escuelas, institutos y tabernas.
Todo giraba alrededor de la política y del terrorismo de ETA. Y algunas
familias pagaron un precio muy alto.
Edurne Portela sorprendió al
publicar 'Mejor la ausencia' porque su capacidad autocrítica desde la ficción
era, todavía, una rareza. Tal vez, hoy siga siéndolo. Tal vez, nunca deje de
serlo. Por más tiempo que pase la herida de ETA seguirá siendo profunda. Pero
Portela, seguramente dejando pistas propias en algún que otro párrafo, diseñó
un universo en el que una familia se desintegra sin entender nada, ni poder
remediarlo. Un padre brutal que se dedica a asuntos turbios que arrastran a
toda la familia; una madre que bebe más de la cuenta y claudica ante el marido
sea lo que sea que pase; Aníbal, el hijo mayor, convertido en el estereotipo de
lo que fue una parte de la juventud de los años 80 o principios de los 90 que
quedaba liquidada por las drogas; Kepa, otro de los hermanos, perfilándose como
candidato a sucumbir ante ideologías malsanas; Aitor, el hijo listo que huye
lejos; y Amaia, la pequeña, que narra la historia aunque los puntos de vista
parezcan variar en la segunda parte de la novela gracias a un ‘truco’ narrativo
de la autora que funciona más que bien.
La voz narrativa de Amaia se
construye a base de capas, de los estratos que forma la experiencia de una niña
que, como todos los demás, no entiende gran cosa y quiere escapar de un mundo
hostil y desagradable. Edurne Portela va modificando el registro a medida que
la edad de la niña va en aumento y el resultado es, francamente, agradable. En
cualquier caso, Amaia siempre es una niña, una joven o una adulta que no puede
agarrarse a nada para salvarse y le toca nadar sin saber hacia dónde va.
Los escenarios no se describen
con detalle aunque sí se construyen con solvencia. Pesa más el personaje aunque
esos escenarios soportan muy bien la trama.
Y los diálogos, aunque sin
grandes profundidades, sirven de pilar para que la trama vaya avanzando sin
dificultades.
La mujer tiene una importancia
notable en la narración. Cómo cada una de ellas afronta la misma realidad y
cómo todas ellas quedan aplastadas por ese mismo universo va dejando al lector
sin aire a medida que avanza el relato. La imposibilidad de entender, las
explicaciones que nunca llegan, la huida como único mecanismo con el que enfrentar
un mundo hostil o la familia como núcleo fundamental que también puede saltar
por los aires, son ingredientes que van modelando una novela tan dura como
deliciosa al leer.
Edurne Portela es una autora a la
que hay que leer porque intenta hacer literatura y eso, en los tiempos que
corren, no es poca cosa. Y porque, sobre todo, es honesta al escribir.
Calificación: Interesante.
Tipo de lectura: Amena aunque
dura a causa de lo que se cuenta.
Tipo de lector: Si quieres
conocer qué y cómo se vivió en el País Vasco en una época no tan lejana, este
es tu libro.
Argumento: No hay escapatoria si
los recuerdos te persiguen. Tampoco se puede escapar de la realidad.
Personajes: Bien dibujados. Van
lo entrañable a lo vomitivo pasando por lo inexplicable.
¿Dónde puede leerse?: Tomando un
vino en un caserío.
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