María Paz Otero: ‘El miedo a las oscuridades de uno mismo es mucho más definitivo'
María Paz Otero. / Fotografía de Marcos Nogales |
María Paz Otero es siquiatra y es
poeta. En la actualidad, aunque tiene muy claro que su vocación médica es mucho
más poderosa (entre otras cosas porque es lo que le va a dar de comer), vive un
momento en el que la poesía inunda su vida y la tiñe de alegría. María Paz
Otero va acumulando premios literarios y éxitos editoriales. Vive un momento
tan feliz como efímero (eso lo sabemos los que ya pasamos por esa etapa hace
años).
La juventud de María es
aplastante, casi insultante para el que escribe. Y desborda simpatía, buena
educación y una capacidad más que considerable para escuchar. Ha publicado tres
libros de poemas. Y confieso que hacía mucho tiempo que no me lograba emocionar
leyendo poesía nueva. María ha logrado escribir unos poemarios que van de lo
casi infantil en algunos versos a lo profundo del alma, al cogollo de la
existencia del ser humano. Escribe fácil, con cercanía, con las emociones y los
sentidos atrapados en cada verso. Le gusta escribir en casa y en absoluto
silencio. En una cafetería no podría escribir nada, ni una postal.
‘Qué queda de ti cuando te vas’
Charlamos mientras tomamos un
café. Hemos sido puntuales los dos y tenemos tiempo suficiente como para
indagar con tranquilidad en esas cosas que escribe María Paz.
En tus poemas aparecen asuntos de
forma recurrente, casi obsesiva. Por
ejemplo, el tiempo, en concreto, el paso del tiempo.
‘Soy nostálgica, desde siempre’.
¿Se puede ser nostálgica del
futuro? Porque muchos de tus poemas hablan del tiempo cumplido que se refiere a
un futuro aún lejano.
‘Yo creo que sí. Nostalgia de lo
que no ha pasado, de lo deseado y está por llegar o no llegará jamás. La idea
de futuro se vive en el presente´.
¿Y el fracaso amoroso?
‘No lo tengo muy presente, al
menos en la parte consciente que no escribe. Eso creía aunque me intranquiliza
que lo hayas visto en algún poema. Ya sabes que pasa a menudo que los lectores
ven cosas que el autor no se ha planteado y resulta que están detrás de cada
verso. Ver a mis padres después de tantos años juntos y tan enamorados me hace
pensar que el amor funciona y es duradero, pero me da miedo que no sea así en
mi caso. Creo que por eso está presente este asunto en mi vida y en mi
pensamiento. Ya he tenido ya algunos fracasos amorosos, claro que sí. Con
dieciséis años tuve mi primera relación y mi primer fracaso con una chica, pero
no sabía yo que eso aparecía con tanta nitidez en lo que escribo’.
¿Sabes que alguno de tus poemas
me hace pensar en lo que James Joyce decía en ‘Ulises’? (Le recuerdo) ‘¿Qué es un fantasma?, preguntó Stephen. Un
hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia,
por cambio de costumbres’. Otro tema recurrente en tus poemas.
‘La ausencia se produce porque
nunca somos los mismos ni experimentamos las cosas de la misma manera. Y yo,
que hablo conmigo misma en los poemas, me veo como una ausencia, como una suma
de ausencias. Esto me genera algunos problemas porque soy muy controladora’.
Hablas de ausencias que todavía
no son como si ya fueran antiguas. Supongo que para experimentar las
sensaciones que generan…
‘Las historias que cuento tienen
mucho de ficción, son completamente inventadas. Y, efectivamente, cuento el
futuro para entender. Ya te digo que me gusta tener las cosas controladas y
escribiendo creo tener ventaja’.
‘Me cuesta terriblemente dar forma a estas letras’
‘Escribo muy rápido, muchas cosas
y muchas veces muy malas. Además corrijo poco’.
Pero la importancia de cortar,
corregir, experimentar con el lenguaje, de buscar fórmulas alternativas y encontrar
esa palabra justa que convierte un verso en algo exclusivo y único, es esencial
en poesía…
‘Soy impaciente en casi todo lo
que hago. Si envío una nota de voz lo hago de forma acelerada y así me lo
dicen. Tengo cierta prisa por descubrir el mundo y contarlo, ordenarlo para
poder entender qué pasa a mi alrededor. Deshecho mucho de lo que hago y, tal
vez, esos poemas unas vez corregidos podrían ser mucho mejores. Creo que
escribo bien aunque no domino el lenguaje; escribo bien aunque mi formación
teórica es escasa y eso me acompleja un poco. Lo que me sale bien es así y no
sabría explicar la razón’.
Pienso que si María Paz está,
todavía, en la fase en la que no ha comenzado una experimentación obligada, el
día que lo haga tendremos una poeta mayor entre nosotros. Si ya es bueno lo que
hace…
‘Escribo todo en el ordenador. No
puedo escribir en papel’.
Y pienso en esa estilográfica que
le terminarán comprando sus padres para que en lugar de escuchar el pulso de
las teclas María oiga el rasgar del punto sobre el papel. Los ritmos son otros,
las sensaciones son otras…
‘Clara está su inteligencia. La
locura es una estricta
maestra de astrofísica.
Incomprensible
casi para todos’.
Creo que la esencia de tu poesía
está en lo oscuro, en lo que no llegamos a ver.
‘Lo importante es lo que no
vemos, lo que nos pasa, lo que pensamos, lo que creemos que pensamos, lo
oculto. Eso es lo importante de cada uno de nosotros. Somos más lo que no
aparece que lo que mostramos.
Trato de explicar que lo que se
ve es fruto de eso que no se ve, que mantenemos en la sombra, que no queremos
confesar, que deseamos y nunca llega.
Suelo hablar de lo superficial
intentando explicar que eso llega desde las profundidades. Salvo en ‘Los
Atormentados’ (en ese poemario si voy más allá de lo aparente) me suelo quedar
en lo que podría ser la superficie aunque intentando encontrar una explicación
a las profundidades de las que hablo a veces. Y es que en las profundidades
tenemos muchas más cosas en común (todos los seres humanos) que en la
superficie. Lo oscuro es el territorio en el que nos parecemos más unos a
otros’.
‘Todo lo incendia su voz’
¿Por qué escribir en lugar de
pasar por la vida de puntillas que es, como todo el mundo sabe, lo que hace el
noventa y nueve por ciento del personal?
‘Ordeno el mundo y con ello me lo
explico. Es una necesidad que siempre he tenido. No trato de explicar algo que
me sobrepasa, no podría. Soy muy racional y escribir me permite ordenar mis
sentimientos. Poco más. A veces, imagino imágenes de mucha potencia de las que
no soy capaz de escribir. Y, a veces, me descubro escribiendo sobre algo que no
me apasiona especialmente. Ordeno lo que puedo y si no diera salida a esas
cosas que me inquietan, antes o después, aparecerían de formas diversas y,
seguramente, indeseadas.’.
Pues lo haces. Por eso tu poesía
es tan brillante, por eso iluminas el camino del lector que quiere entender.
‘Con ordenar mi mundo tengo
bastante. Si eso, además, explica algo, de maravilla, pero no es mi intención’.
Pues lo haces. Y si no te importa
no cambies de rumbo
‘No hay comprensión posible para los Atormentados’
En poesía, aunque parece que la
protagonista es la palabra, el silencio reina. En siquiatría, parece que el
silencio es protagonista, pero es la palabra la que reina. ¿Estamos de acuerdo?
‘Existe algo común en esos dos
lugares: la palabra importa, guía, ilumina. Importa lo que se dice y lo que se
calla. El siquiatra dice y eso importa; el poeta dice y eso importa. El poema
calla y eso importa, el enfermo calla y eso importa.
Yo aguanto mal el silencio largo,
tiendo a romperlo. Y hay que aprender a respetarlo, es un problema con el que
es preciso tener cuidado en el ámbito de mi profesión. Tengo un compañero que
dice que primero se tiene una ‘cháchara intrascendente’ y luego se habla. Y hay
que tener cuidado al hablar porque la palabra es esencial. Los siquiatras no
somos amigos del paciente, no somos ‘chacharistas’ y estamos obligados a decir
las cosas con sumo cuidado.
En poesía es más fácil callar y
dejar que el silencio haga su trabajo. En siquiatría es complicado ese silencio
de una de las partes que se hace eterno algunas veces y del que no conocemos
apenas su significado’.
‘Colocas tu mano sobre mi mano’
Le pido a María que hablemos de
Dios, de su silencio; otro tema recurrente en sus poemarios.
‘Ni soy católica, ni soy practicante.
Mi ruptura con la religión fue rotunda al descubrir mi orientación sexual. Pero
la idea de Dios la conservo intacta, me parece muy poderosa, muy apabullante.
Tengo muchas dudas sobre su existencia y eso me obsesiona. Es como un ruido
incómodo que tengo ahí en las profundidades y que sale de vez en cuando; en
realidad con bastante frecuencia’.
‘Apoyada en la ventana los observo despedirse.
Un beso fugaz en la mejilla
al hijo silencioso bajo el porche
pone fin a un día como tantos:
un día que, apilado sobre otros,
se diluye ante mí y a nadie
importa’.
¿Sientes el miedo del escritor a
descubrir miedos ajenos que inunden su ser?
‘El miedo a las oscuridades de
uno mismo es mucho más definitivo. El que sufren otros te puede generar
angustia, compasión, incertidumbre o necesidad de ayudar, pero asusta más el
propio. Por ejemplo, yo siento más mi propia tristeza aunque sea menor respecto
a lo que viven otras personas. Si no fuera así nos moriríamos en veinte
minutos, sería insoportable. Y por esto mismo, soy capaz de contarlo. ‘Los
Atormentados’ es una especie de altavoz de miedos, de tristezas, de
profundidades que recojo sin que me afecte hasta el punto de no poder
soportarlo. En este sentido, lo ajeno lo percibes y lo propio te paraliza’.
Terminamos nuestros cafés y el
tiempo. Caminamos durante unos minutos charlando, disfrutando del ajetreo de la
ciudad. Y nos terminamos despidiendo en la puerta de unos de los parques más
bonitos del mundo, El Retiro. Pronto nos
volveremos a ver con toda seguridad. Ella con un nuevo premio debajo del brazo;
el que escribe con ganas de mirarse en un espejo que ya creía quebrado y que
descubre casi intacto cuando habla con los autores jóvenes.
G. Ramírez
María Paz Otero nació en Madrid,
en 1995. Es graduada en Medicina por la Universidad de Alcalá de Henares y
residente de Psiquiatría en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Ha
editado los poemarios ‘Nimiedades’ (Madrid, Ed. Hiperión, 2021; III Premio de
Poesía joven Tino Barriuso), ‘A la tarde’ (Madrid, Ed. Vitruvio, 2024; Premio
Vitruvio de Poesía) y ‘Los Atormentados’ (Madrid, Ed, Rialp, 2024; Premio
Adonais).
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