Los pícaros y los canallas van al cielo
De nuevo, otro libro de la poderosa autora canadiense Elizabeth Smart con el que deleitarnos. Escrito casi veinte años después de En Grand Central Station me senté y lloré, la protagonista de su historia monologa y poetiza sobre lo irremediable de tener hijos y vivir soltera en Inglaterra, asumida ya la pérdida de toda compañía masculina que se precie; de día trabaja en una monótona oficina y de noche en un cabaret, de tal forma que esta doble vida, en vez de complacerla, la lleva a abismos de culpabilidad y locura de los que se sabe dueña. Tampoco cabe en su persona rencor contra su ex marido poeta, por lo que a pesar de las rarezas literarias de las que sigue bebiendo, también encontramos referencias literarias a pudibundos dandis, salmos bíblicos y hasta el Cantar de los Cantares, de donde agrupa una tonada lírica nada convencional.
Encontramos a la vez, más dispersión en lo que está propiamente narrado y es en los huecos entre reflexión o frase donde esta vez está la poesía. La protagonista hace inventario de una vida que considera malograda, por más que muchas la envidian en tanto elogia a los que no se mostraron y renunciaron a su parcela de éxito para patalear, disconformes, y no precisamente en el cielo, criticando con saña la idiosincrasia católica, a favor de una humanidad en la que para existir o ser, no sea necesario manifestarse.
Una crítica al ego como algo que perturba la necesidad de alimentarse de uno mismo y donde las viejas y bellas imágenes de ella suplicando un bocadillo, se pierden en un equipaje que jamás existió.
Calificación: Hermosa.
Tipo de lectura: Poética, además el libro aporta referencias explicativas a lo que considera citas, gran trabajo de editor.
Tipo de lector: Preferiblemente público femenino aunque no es indispensable.
Argumento: Aventuras y desventuras de una linda loca.
Personajes: Muy humanos.
¿Dónde leerlo?: En una estación de tren cualquiera.